martes, 27 de octubre de 2015

Urian & Layla

Capítulo 1

20 de Febrero de 9535 a. C.
Ydor estaba en la playa de Katoteros, seguía preguntándose si estaba a tiempo de engendrar otro hijo que pudiera entrenar. Layla tenía demasiadas dificultades para controlar el poder con el que había nacido, de hecho... pocos meses después de tomar su protección, se dio cuenta de que Layla padecía de un gran miedo al agua que no entendía. Tampoco es que se hubiese tomado la molestia de preguntárselo. En ese momento estaba observándola tomar aire después del "combate" que habían tenido, se había limitado a recibir los golpes y a protegerse, "¿cómo se supone que vas a encontrar a Apóstolos y matarlo cuando ni siquiera me devuelves los golpes, niña?" pensó para sí mismo.

- Oh, Ydor, estás aquí -escuchó la voz de Chara, la diosa atlante de la alegría.

- ¿Qué pasa, Chara? -le preguntó mientras se giraba para mirarla.

- Archon necesita consultar algo contigo y quiere verte ya mismo -le informó viendo que la diosa miraba a Layla que seguía cogiendo aire.- ¿Algo que puede esperar?

Después de echar un vistazo de reojo a su hija, asintiendo hacia Chara y dejando sola a la niña para ir a ver qué quería su sobrino.

La diosa de la alegría se quedó un momento en la playa, mirando a la hija de su tío abuelo. Se quedó pensando en el asombroso parecido que tenía con el dios del mar, pero por otra parte, parecía tener más de mortal que de dios, algunos de ellos ya tenían a sus hijos con los poderes más que controlados. En cambio, esa niña tenía ciertas dificultades, pero ella no podía echárselo en cara; sabía que la niña lo estaba pasando mal, Ydor debía de ser estricto, así que se acercó a la niña y se arrodilló delante de ella mientras esta se limpiaba las lágrimas.

- Oye, oye -llamó su atención para que la mirase.- ¿Sabes cómo maldicen los pollitos?

La niña negó levemente con la cabeza, parecía que estaba asustada de lo que fuese a hacer u decir.

- Caldito seas -respondió ella en un leve intento por animarla y hacerla reír, por algo era la diosa de la alegría.

Parecía que el chiste no había surtido efecto, no se reía.

- ¿No lo pillas? Caldo de pollo, caldito... -le explicó.

La niña siguió sin reírse.

- Vaya... hoy tengo un público difícil... Probemos con otro -pensó un momento en algún otro chiste o cosa graciosa.- Iban dos y cayó el del medio.

Por un momento, Chara pensó que ese sería como el anterior, pero escuchó un sonido que a sus oídos era como una risa. Después de todo, la niña sí sabía reírse, pero a saber porqué se reía de un chiste tan malo; las dos se rieron del chiste durante un buen rato y siguió hablando un poco con ella, Chara no entendía qué veía Ydor de malo, la niña era una dulzura y, lo más importante, muy divertida. Para cuando Ydor volvió, la niña recuperó su estado de mudez y obediencia, así que Chara pudo irse a atender sus propios asuntos.

Layla agachó la cabeza al notar que su padre volvía de atender sus asuntos y la diosa de la alegría se iba, se mentalizó para poder hacer frente a lo que iba a venir, su padre seguiría dándole golpes, intentando enseñarle a luchar; aun así, ella recordaba las palabras de su madre que le decía que la violencia nunca resolvía nada. Ahora, y desde hacía unos meses, su padre intentaba tirar eso por la borda... no podía evitar sentir que su padre se había olvidado por completo de su madre y lo estaba comenzando a odiar por eso. Era un dios, tenía una eternidad por delante y siempre se podía olvidar a la gente. Ella no podía ser así, todos los días intentaba mantener presente la imagen de su madre para que no desapareciese de sus recuerdos. Solo había pasado un año y poco y estaba comenzando a olvidarla.

- Por hoy ya es suficiente -dijo su padre que no le había dicho nada de nada hasta ese momento.

La envió al templo donde la había dejado tirada con sus sacerdotes, allí veía como los sacerdotes hacían sus cosas religiosas y la trataban como si ella también fuese una deidad, si le hubieran permitido escoger, habría preferido no tener ese poderes que ellos tanto querían y habría preferido otro padre. Uno que fuese más cariñoso, Ydor ni siquiera le preguntaba cómo estaba, ni había intentado conocerla un poco desde que su madre se fue. Así que, en la oscuridad del templo, había decidido que se iría muy lejos de la Atlántida para poder encontrar un sitio mejor. Uno en el que su padre no pudiera encontrarla nunca de los nunca.

Cuando la actividad del templo había cesado, Layla se levantó con cuidado de no hacer ruido para no alertar de lo que pretendía hacer. Salió con mucho cuidado del templo para que no la vieran, de la misma forma salió de la ciudad; una vez que lo consiguió, comenzó a correr hacia el bosque que estaba cerca para poder ocultarse de la gente que pudiera verla.

Había recorrido un largo trecho, o eso le parecía, estaba muy cansada y tenía sueño. Creía que si seguía así, acabaría por caminar dormida... se chocó contra algo y cayó al suelo; al abrir los ojos y alzar la vista se encontró con un hombre muy alto, quizás un poco más bajo que su padre, pero no quitaba que a su perspectiva fuese un gigante... y uno que no parecía tener buenas intenciones. La agarró de muy malos modos y la manoseo, haciendo que se asustase mucho por lo que pudiese hacerle, escuchó que llamaba a alguien y ese alguien se acercaba, ¿pensaban en venderla como esclava? No era eso lo que quería, tenía que calmarse y recordar, recordar que le había enseñado su padre; pero estaba demasiado asustada como para pensar con claridad, fue entonces cuando una extraña fuerza la separó de aquel hombre que la estaba agarrando. Haciendo que cayese al suelo y se arrastrase hasta alejarse del peligro, al darse la vuelta para ver qué pasaba, vio que su padre había aparecido de la nada para salvarla de aquellos tipos que querían hacerle daño. Aunque se pasasen más tiempo suplicando clemencia al dios que luchando por defenderse, cuando su padre los dejo inconscientes, Layla se dijo en que no se había despeinado y ella simplemente se había quedado quieta sin poder hacer nada. La sorpresa no terminaba ahí, su padre se arrodilló delante de ella para poder asfixiarla en un fuerte abrazo que no se esperaba y ni siquiera entendía por qué se lo estaba dando. además, ver a su padre con lágrimas en los ojos no ayudó a que se recuperase de tal sorpresa y que la agarrase por los hombros para comprobar que estaba bien tampoco.

- ¿En qué estabas pensando, niña? -le preguntó con un tono entre ira y preocupación.- ¿Tienes idea de lo peligroso que es andar sola de noche? ¿Es que quieres matarme?

¿Su padre se había preocupado por ella? Era algo que no podía creerse mientras se le nublaba la visión por las lágrimas, pensaba que solo era un estorbo para él y que no la quería. Ydor volvió a pegarla contra su pecho y apretaba el abrazo, de nuevo, casi asfixiándola y comenzó a disculparse con ella. ¿Qué estaba pasando?

Ydor estaba sintiendo un alivio como nunca antes había sentido. Había ido al templo para ir a ver a Layla mientras dormía, era algo que solía hacer, no era que así pasasen un rato padre-hija, pero cuando vio la cama vacía y que Layla no se encontraba en el templo. Uso sus poderes para buscarla, no entendía qué estaba haciendo en el bosque ni por qué se dirigía hacía la costa, pero ver que esos hombres iban a hacerle cosas desagradables a su hija... fue como volver al pasado. Así había conocido a Elea. A su madre también habían intentado venderla como esclava. Por eso había acudido sin pensarlo dos veces, no quería que Layla tuviese esa vida. 

"Me gustaría que tuviese una buena vida" había dicho Elea, con su vientre algo abultado a causa del embarazo.

"¿A qué te refieres?" le había preguntado al no entender su pregunta, mientras acariciaba su vientre para sentir al bebé moverse.

"A que no quiero que tenga mi vida, Ydor, quiero que tenga cosas bonitas, que siempre tenga comida en la mesa y que no tenga que hacer cosas desagradables. No quiero eso para nuestra hija" le explicó.

En aquel entonces, Elea ya sabía que el bebé iba a ser una niña y se había pasado todo el embarazo diciéndolo y también entendía que quisiera algo mejor para su bebé, muchos campesinos querían eso para sus hijos. Así que Ydor había dicho que podría irse a uno de sus templos como sacerdotisa, cosa que ella había negado.

"Pero ya tiene algo bonito" le había dicho después de un rato en silencio.

"¿Ah, sí? ¿El qué?" había preguntado ella.

"Te tiene a ti, estoy seguro de que contigo no le hará falta nada más" eso era lo que había pensado y fue cuando había notado una patada del bebé. "¿Ves? Me da la razón"

Ahora, mientras estaba abrazando a su hija, entendía lo que Elea había deseado para ella y se aseguraría de que Layla lo tuviese. Ya no solo por el juramente que le hizo a su madre el día que murió, si no porque, como dios y padre, también deseaba lo mismo para la niña que estaba entre sus brazos. "Te lo prometo, Elea, le daré a nuestra hija la vida que siempre quisiste para ella y más" juró para que Elea pudiera escucharlo, era una promesa que cumpliría, porque si hacía cualquier cosa, rompiéndola, moriría.

23 de Agosto de 9535 a.C.
En los últimos meses, Layla había notado un gran cambio en su relación con su padre. ahora se preocupaba por ella y trataba de conocerla un poco, incluso había aprendido mucho mejor a controlar sus poderes. "No te preocupes, a partir de ahora iremos con calma" le había dicho. Se le hacía tan extraño ver a su padre tan cariñoso con ella, que cuando quería hacer algunas preguntas, dudaba de formularlas porque temía estropear las cosas.

En ese momento estaba enseñándole a usar el agua para curar a las personas, usando un pez que había "pescado" su padre hacia unos momentos. Según le había explicado, para usar el agua de manera curativa, tenía que controlarla con cuidado, ya que el agua podía dar la vida, también podía dar la muerte si se usaba mal ese poder. Ese era su primer intento, había manipulado el agua como había hecho su padre para revivir al pez y estaba intentando hacer lo mismo, mientras este le daba indicaciones para que pudiera conseguirlo. Había pasado un buen rato en el que lo estaba intentando, siguiendo dichas indicaciones, pensaba que no iba a conseguirlo cuando el pez comenzó a mover las aletas y a saltar para poder llegar al mar. Obviamente, Layla estaba sorprendida con ese logro y miró a su padre que le sonreía desde donde estaba.

- Lo has hecho muy bien, Layla -la felicitó con la misma sonrisa, mientras cubría al pez en una esfera de agua para devolverlo al mar.- A este paso podrías llegar a mi nivel.

- ¿En serio? -le preguntó animada.

Era algo que había querido aprender desde que había conocido a su padre, si conseguía controlarlo a la perfección, entonces podría ayudar a cualquier persona que estuviera enferma, así ningún otro niño podría sufrir lo mismo que ella con su madre. Solo tenía que esforzarse.

26 de Octubre de 9534 a. C.
¿En qué estaba pensando Archon para hacer una competencia? Aun encima con los niños, ¿es que pretendía matarlos? Ydor no entendía qué pasaba por la cabeza de su sobrino, pero no pudo negarse cuando todos accedieron a esa competencia, Layla no estaba preparada para eso. Aun dudaba de si sería capaz, pero había avanzado mucho y, seguramente, muy pronto, tendría que mandarla a la guerra con los demás. Era algo que no podía evitar, pero tenía que cuidarla y se metería en el campo de batalla si fuese necesario. 

- Pareces preocupado, Ydor 

El dios del mar se giró para ver que Bet´anya se acercaba a él con mirada seria. Bet´anya era la diosa atlante de la ira y la desdicha, pero también era la diosa egipcia de la caza. Alta, morena y de cabello negro, la diosa era una belleza que era mejor no molestar o el pobre infeliz lo pasaría mal.

- No... bueno, sí... quizás un poco... -confesó cuando la diosa se situó a su lado.

- ¿Temes que los demás se metan contigo porque tu hija no sabe controlar sus poderes? -le preguntó.

¿Por qué debía temer que se burlasen de él? Más bien, temía que le hiciesen daño a su hija, eso estaba muy alejado de temer que se burlasen de él. 

- No es eso... solo me preocupa Layla, nada más -respondió muy serio.

- Creo que esto es algo inusual, los demás no parecen preocupados por los niños en absoluto, ¿por qué tú sí? No me digas que te importa.

- Pues sí, Bet´anya, me importa mucho, de la misma manera que tu padre estuvo a punto de iniciar una guerra solo contra nosotros para poder verte -respondió de nuevo.

La diosa se puso algo roja y desvío la mirada al escuchar el comentario, ella era hija de Sinfora, diosa atlante de la Pena, y de uno de los seres más poderosos que existían, el dios egipcio Set. Cuando Bet´anya nació, Archon prohibió que Set fuese a visitarla y eso no le gustó nada al egipcio, así que se dispuso a iniciar una guerra solo en el que podrían haber muerto todos. Por lo que Archon tuvo que darle un permiso especial para que pudiese ver a su hija siempre que quisiese.

- Bueno... no te puedo juzgar, de hecho... creo que haces bien, pero hubiera sido algo bueno que los niños se quedasen al margen. Ninguno debería meterse en una guerra como esta -comentó algo disgustada.

En eso tenía razón y la culpa había sido suya, si no hubiese propuesto lo del ejército... Layla y los demás niños estarían al margen de toda esa guerra que tenían contra Apolimia y su hijo. Por otra parte, Ydor estaba contento de tener a Layla en su vida, de eso no podía arrepentirse.

- Temo que ahora no haya vuelta atrás con esos niños, todos conocen su propósito y parece que están decididos a llevarlo a cabo por el bien del panteón -dijo él, desviando la mirada y fijándose en que los niños estaban reuniéndose en la arena.

Estaba el hijo de Archon, de Asteros, de Misos, de Epitimia, de Teros, de Fanen y demás dioses que habían engendrado por lo menos un hijo. Algunos casi llegaban a la veintena y otros, al igual que Layla, apenas llegaban a los diez. Seguramente alguno de ellos moriría ese día o, como mínimo, acabarían heridos. "No quiero que Layla pase por esto" pensó para si mismo. 

- Parecen muy capaces de matar a cualquiera -comentó, notando que Bet´anya también miraba hacia la arena.

- ¿Papá? 

Alzó la vista y vio a Layla con una armadura que había mandado diseñar para ella para su cumpleaños, no es que fuese el mejor regalo de todos, pero así estaría protegida en la batalla. Además contaba con una espada y un escudo, aun le faltaba algo de entrenamiento, pero sabía arreglárselas bien.

- ¿Qué pasa, Layla? -le preguntó, ignorando a la diosa de la ira y la desdicha para acercarse a su hija.

- ¿De verdad tengo que hacer esto? -le preguntó y le miró con un notable sonrojo.- Tengo la sensación de que no les caigo bien y me miran como si fuese un bicho raro cada vez que me acercó a ellos, de hecho uno me dijo que me largará a donde nadie pudiese verme.

- No les hagas caso, simplemente son así, no tienes que preocuparte por ellos -respondió colocándole bien un brazalete que llevaba flojo. Aun tenía remordimientos cuando le dijo lo que tenía que hacer.

Hacía unas semanas, cuando se decidió esa competencia, había ido al templo para cenar con Layla, era una costumbre que tenían, y tuvo que explicarle que tenía que hacer esa competencia. Tendría que demostrar a los demás dioses de lo que era capaz y a sus hijos también, parecía que había interpretado eso como una competencia amistosa, pero al ver a los demás niños con los que tendría que luchar... Hasta Ydor temía lo que pudiese pasarle a su niña. Se desprendió del odre que siempre llevaba con él para ponérselo a Layla, era su posesión más preciada, pero en ese día, Layla lo necesitaría más que él.

A medida que veía cada combate desde los asientos, Layla se asustaba más, aquello era demasiado brutal, no podía enfrentarse a esos semidioses. "Tengo miedo" pensó cuando vio que uno de ellos mataba un niño que debía de tener su edad, ¿por qué tenían los dioses que decidir eso? "No te preocupes, Layla", se sobresaltó al escuchar la voz de su padre en la cabeza. Alzó la vista hacia donde estaban todos los dioses y localizó a su padre junto a la que debía de ser Bet´anya, y comenzaron así una conversación telepática.

"No puedo hacerlo, papá, tengo miedo" le dijo sin apartar la vista de él.

"No te preocupes, lo harás bien y si sale algo mal, intervendré. Estoy aquí" le respondió

Cogió aire profundamente y miro de nuevo hacia la arena y escuchó que alguien la llamaba, era su turno. Aun con el miedo en el cuerpo, se levantó de su asiento y camino hacia el centro de la arena, Miró a su oponente y pudo reconocerlo, no sabía su nombre, pero tenía un hermano gemelo al que no veía. Tragó saliva e intentó calmarse, todo estaba bien, su padre nunca mentía.

- ¡Comenzad!

No le dio tiempo a reaccionar al ataque del chico que tenía delante, se protegió con su escudo y siguió recibiendo ataques que no le daban tiempo a responder. Notó que su escudo se estaba rompiendo y tuvo que desprenderse de él y utilizar el agua como defensa, era lo mejor que podía hacer. Además... recordó una lección que le había dado su padre, podía usar el agua como protección y como arma ofensiva, así que hizo que unos chorros de agua hirviendo atacasen al chico mientras este se veía obligado a protegerse también. Pudo acercarse para poder atacarle de manera más ofensiva, pero recibió otro ataque desde otro ángulo que la tiró al suelo y así hasta que se dio cuenta de algo. Estaban haciendo trampas, estaba en un combate de dos contra uno y ella era la que iba a perder; poco después escuchó algo que le llegó al hondo del alma:

- Menuda inútil, ¿en serio piensas que podría matar a Apóstolos? -escuchó la voz del regente de los dioses que hablaba a su padre.

Era cierto, era una inútil, no podía ganar ese combate, no podía luchar. Solo esperar a que acabasen de una vez, Layla no quería estar allí, quería volver a casa; nada más pensar en eso, sintió un gran dolor en el abdomen. Una lágrima resbaló por el rabillo de su ojo mientras veía que tenía una espada clavada ahí donde le dolía, pero eso no era lo peor, uno de los gemelos la retorció de modo que le causase más dolor. No pudo contener el grito de dolor que tenía en su garganta y más lágrimas resbalaban por su rostro y notaba el gusto de la sangre en la boca. 

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