martes, 27 de octubre de 2015

Urian & Layla

Capítulo 1

20 de Febrero de 9535 a. C.
Ydor estaba en la playa de Katoteros, seguía preguntándose si estaba a tiempo de engendrar otro hijo que pudiera entrenar. Layla tenía demasiadas dificultades para controlar el poder con el que había nacido, de hecho... pocos meses después de tomar su protección, se dio cuenta de que Layla padecía de un gran miedo al agua que no entendía. Tampoco es que se hubiese tomado la molestia de preguntárselo. En ese momento estaba observándola tomar aire después del "combate" que habían tenido, se había limitado a recibir los golpes y a protegerse, "¿cómo se supone que vas a encontrar a Apóstolos y matarlo cuando ni siquiera me devuelves los golpes, niña?" pensó para sí mismo.

- Oh, Ydor, estás aquí -escuchó la voz de Chara, la diosa atlante de la alegría.

- ¿Qué pasa, Chara? -le preguntó mientras se giraba para mirarla.

- Archon necesita consultar algo contigo y quiere verte ya mismo -le informó viendo que la diosa miraba a Layla que seguía cogiendo aire.- ¿Algo que puede esperar?

Después de echar un vistazo de reojo a su hija, asintiendo hacia Chara y dejando sola a la niña para ir a ver qué quería su sobrino.

La diosa de la alegría se quedó un momento en la playa, mirando a la hija de su tío abuelo. Se quedó pensando en el asombroso parecido que tenía con el dios del mar, pero por otra parte, parecía tener más de mortal que de dios, algunos de ellos ya tenían a sus hijos con los poderes más que controlados. En cambio, esa niña tenía ciertas dificultades, pero ella no podía echárselo en cara; sabía que la niña lo estaba pasando mal, Ydor debía de ser estricto, así que se acercó a la niña y se arrodilló delante de ella mientras esta se limpiaba las lágrimas.

- Oye, oye -llamó su atención para que la mirase.- ¿Sabes cómo maldicen los pollitos?

La niña negó levemente con la cabeza, parecía que estaba asustada de lo que fuese a hacer u decir.

- Caldito seas -respondió ella en un leve intento por animarla y hacerla reír, por algo era la diosa de la alegría.

Parecía que el chiste no había surtido efecto, no se reía.

- ¿No lo pillas? Caldo de pollo, caldito... -le explicó.

La niña siguió sin reírse.

- Vaya... hoy tengo un público difícil... Probemos con otro -pensó un momento en algún otro chiste o cosa graciosa.- Iban dos y cayó el del medio.

Por un momento, Chara pensó que ese sería como el anterior, pero escuchó un sonido que a sus oídos era como una risa. Después de todo, la niña sí sabía reírse, pero a saber porqué se reía de un chiste tan malo; las dos se rieron del chiste durante un buen rato y siguió hablando un poco con ella, Chara no entendía qué veía Ydor de malo, la niña era una dulzura y, lo más importante, muy divertida. Para cuando Ydor volvió, la niña recuperó su estado de mudez y obediencia, así que Chara pudo irse a atender sus propios asuntos.

Layla agachó la cabeza al notar que su padre volvía de atender sus asuntos y la diosa de la alegría se iba, se mentalizó para poder hacer frente a lo que iba a venir, su padre seguiría dándole golpes, intentando enseñarle a luchar; aun así, ella recordaba las palabras de su madre que le decía que la violencia nunca resolvía nada. Ahora, y desde hacía unos meses, su padre intentaba tirar eso por la borda... no podía evitar sentir que su padre se había olvidado por completo de su madre y lo estaba comenzando a odiar por eso. Era un dios, tenía una eternidad por delante y siempre se podía olvidar a la gente. Ella no podía ser así, todos los días intentaba mantener presente la imagen de su madre para que no desapareciese de sus recuerdos. Solo había pasado un año y poco y estaba comenzando a olvidarla.

- Por hoy ya es suficiente -dijo su padre que no le había dicho nada de nada hasta ese momento.

La envió al templo donde la había dejado tirada con sus sacerdotes, allí veía como los sacerdotes hacían sus cosas religiosas y la trataban como si ella también fuese una deidad, si le hubieran permitido escoger, habría preferido no tener ese poderes que ellos tanto querían y habría preferido otro padre. Uno que fuese más cariñoso, Ydor ni siquiera le preguntaba cómo estaba, ni había intentado conocerla un poco desde que su madre se fue. Así que, en la oscuridad del templo, había decidido que se iría muy lejos de la Atlántida para poder encontrar un sitio mejor. Uno en el que su padre no pudiera encontrarla nunca de los nunca.

Cuando la actividad del templo había cesado, Layla se levantó con cuidado de no hacer ruido para no alertar de lo que pretendía hacer. Salió con mucho cuidado del templo para que no la vieran, de la misma forma salió de la ciudad; una vez que lo consiguió, comenzó a correr hacia el bosque que estaba cerca para poder ocultarse de la gente que pudiera verla.

Había recorrido un largo trecho, o eso le parecía, estaba muy cansada y tenía sueño. Creía que si seguía así, acabaría por caminar dormida... se chocó contra algo y cayó al suelo; al abrir los ojos y alzar la vista se encontró con un hombre muy alto, quizás un poco más bajo que su padre, pero no quitaba que a su perspectiva fuese un gigante... y uno que no parecía tener buenas intenciones. La agarró de muy malos modos y la manoseo, haciendo que se asustase mucho por lo que pudiese hacerle, escuchó que llamaba a alguien y ese alguien se acercaba, ¿pensaban en venderla como esclava? No era eso lo que quería, tenía que calmarse y recordar, recordar que le había enseñado su padre; pero estaba demasiado asustada como para pensar con claridad, fue entonces cuando una extraña fuerza la separó de aquel hombre que la estaba agarrando. Haciendo que cayese al suelo y se arrastrase hasta alejarse del peligro, al darse la vuelta para ver qué pasaba, vio que su padre había aparecido de la nada para salvarla de aquellos tipos que querían hacerle daño. Aunque se pasasen más tiempo suplicando clemencia al dios que luchando por defenderse, cuando su padre los dejo inconscientes, Layla se dijo en que no se había despeinado y ella simplemente se había quedado quieta sin poder hacer nada. La sorpresa no terminaba ahí, su padre se arrodilló delante de ella para poder asfixiarla en un fuerte abrazo que no se esperaba y ni siquiera entendía por qué se lo estaba dando. además, ver a su padre con lágrimas en los ojos no ayudó a que se recuperase de tal sorpresa y que la agarrase por los hombros para comprobar que estaba bien tampoco.

- ¿En qué estabas pensando, niña? -le preguntó con un tono entre ira y preocupación.- ¿Tienes idea de lo peligroso que es andar sola de noche? ¿Es que quieres matarme?

¿Su padre se había preocupado por ella? Era algo que no podía creerse mientras se le nublaba la visión por las lágrimas, pensaba que solo era un estorbo para él y que no la quería. Ydor volvió a pegarla contra su pecho y apretaba el abrazo, de nuevo, casi asfixiándola y comenzó a disculparse con ella. ¿Qué estaba pasando?

Ydor estaba sintiendo un alivio como nunca antes había sentido. Había ido al templo para ir a ver a Layla mientras dormía, era algo que solía hacer, no era que así pasasen un rato padre-hija, pero cuando vio la cama vacía y que Layla no se encontraba en el templo. Uso sus poderes para buscarla, no entendía qué estaba haciendo en el bosque ni por qué se dirigía hacía la costa, pero ver que esos hombres iban a hacerle cosas desagradables a su hija... fue como volver al pasado. Así había conocido a Elea. A su madre también habían intentado venderla como esclava. Por eso había acudido sin pensarlo dos veces, no quería que Layla tuviese esa vida. 

"Me gustaría que tuviese una buena vida" había dicho Elea, con su vientre algo abultado a causa del embarazo.

"¿A qué te refieres?" le había preguntado al no entender su pregunta, mientras acariciaba su vientre para sentir al bebé moverse.

"A que no quiero que tenga mi vida, Ydor, quiero que tenga cosas bonitas, que siempre tenga comida en la mesa y que no tenga que hacer cosas desagradables. No quiero eso para nuestra hija" le explicó.

En aquel entonces, Elea ya sabía que el bebé iba a ser una niña y se había pasado todo el embarazo diciéndolo y también entendía que quisiera algo mejor para su bebé, muchos campesinos querían eso para sus hijos. Así que Ydor había dicho que podría irse a uno de sus templos como sacerdotisa, cosa que ella había negado.

"Pero ya tiene algo bonito" le había dicho después de un rato en silencio.

"¿Ah, sí? ¿El qué?" había preguntado ella.

"Te tiene a ti, estoy seguro de que contigo no le hará falta nada más" eso era lo que había pensado y fue cuando había notado una patada del bebé. "¿Ves? Me da la razón"

Ahora, mientras estaba abrazando a su hija, entendía lo que Elea había deseado para ella y se aseguraría de que Layla lo tuviese. Ya no solo por el juramente que le hizo a su madre el día que murió, si no porque, como dios y padre, también deseaba lo mismo para la niña que estaba entre sus brazos. "Te lo prometo, Elea, le daré a nuestra hija la vida que siempre quisiste para ella y más" juró para que Elea pudiera escucharlo, era una promesa que cumpliría, porque si hacía cualquier cosa, rompiéndola, moriría.

23 de Agosto de 9535 a.C.
En los últimos meses, Layla había notado un gran cambio en su relación con su padre. ahora se preocupaba por ella y trataba de conocerla un poco, incluso había aprendido mucho mejor a controlar sus poderes. "No te preocupes, a partir de ahora iremos con calma" le había dicho. Se le hacía tan extraño ver a su padre tan cariñoso con ella, que cuando quería hacer algunas preguntas, dudaba de formularlas porque temía estropear las cosas.

En ese momento estaba enseñándole a usar el agua para curar a las personas, usando un pez que había "pescado" su padre hacia unos momentos. Según le había explicado, para usar el agua de manera curativa, tenía que controlarla con cuidado, ya que el agua podía dar la vida, también podía dar la muerte si se usaba mal ese poder. Ese era su primer intento, había manipulado el agua como había hecho su padre para revivir al pez y estaba intentando hacer lo mismo, mientras este le daba indicaciones para que pudiera conseguirlo. Había pasado un buen rato en el que lo estaba intentando, siguiendo dichas indicaciones, pensaba que no iba a conseguirlo cuando el pez comenzó a mover las aletas y a saltar para poder llegar al mar. Obviamente, Layla estaba sorprendida con ese logro y miró a su padre que le sonreía desde donde estaba.

- Lo has hecho muy bien, Layla -la felicitó con la misma sonrisa, mientras cubría al pez en una esfera de agua para devolverlo al mar.- A este paso podrías llegar a mi nivel.

- ¿En serio? -le preguntó animada.

Era algo que había querido aprender desde que había conocido a su padre, si conseguía controlarlo a la perfección, entonces podría ayudar a cualquier persona que estuviera enferma, así ningún otro niño podría sufrir lo mismo que ella con su madre. Solo tenía que esforzarse.

26 de Octubre de 9534 a. C.
¿En qué estaba pensando Archon para hacer una competencia? Aun encima con los niños, ¿es que pretendía matarlos? Ydor no entendía qué pasaba por la cabeza de su sobrino, pero no pudo negarse cuando todos accedieron a esa competencia, Layla no estaba preparada para eso. Aun dudaba de si sería capaz, pero había avanzado mucho y, seguramente, muy pronto, tendría que mandarla a la guerra con los demás. Era algo que no podía evitar, pero tenía que cuidarla y se metería en el campo de batalla si fuese necesario. 

- Pareces preocupado, Ydor 

El dios del mar se giró para ver que Bet´anya se acercaba a él con mirada seria. Bet´anya era la diosa atlante de la ira y la desdicha, pero también era la diosa egipcia de la caza. Alta, morena y de cabello negro, la diosa era una belleza que era mejor no molestar o el pobre infeliz lo pasaría mal.

- No... bueno, sí... quizás un poco... -confesó cuando la diosa se situó a su lado.

- ¿Temes que los demás se metan contigo porque tu hija no sabe controlar sus poderes? -le preguntó.

¿Por qué debía temer que se burlasen de él? Más bien, temía que le hiciesen daño a su hija, eso estaba muy alejado de temer que se burlasen de él. 

- No es eso... solo me preocupa Layla, nada más -respondió muy serio.

- Creo que esto es algo inusual, los demás no parecen preocupados por los niños en absoluto, ¿por qué tú sí? No me digas que te importa.

- Pues sí, Bet´anya, me importa mucho, de la misma manera que tu padre estuvo a punto de iniciar una guerra solo contra nosotros para poder verte -respondió de nuevo.

La diosa se puso algo roja y desvío la mirada al escuchar el comentario, ella era hija de Sinfora, diosa atlante de la Pena, y de uno de los seres más poderosos que existían, el dios egipcio Set. Cuando Bet´anya nació, Archon prohibió que Set fuese a visitarla y eso no le gustó nada al egipcio, así que se dispuso a iniciar una guerra solo en el que podrían haber muerto todos. Por lo que Archon tuvo que darle un permiso especial para que pudiese ver a su hija siempre que quisiese.

- Bueno... no te puedo juzgar, de hecho... creo que haces bien, pero hubiera sido algo bueno que los niños se quedasen al margen. Ninguno debería meterse en una guerra como esta -comentó algo disgustada.

En eso tenía razón y la culpa había sido suya, si no hubiese propuesto lo del ejército... Layla y los demás niños estarían al margen de toda esa guerra que tenían contra Apolimia y su hijo. Por otra parte, Ydor estaba contento de tener a Layla en su vida, de eso no podía arrepentirse.

- Temo que ahora no haya vuelta atrás con esos niños, todos conocen su propósito y parece que están decididos a llevarlo a cabo por el bien del panteón -dijo él, desviando la mirada y fijándose en que los niños estaban reuniéndose en la arena.

Estaba el hijo de Archon, de Asteros, de Misos, de Epitimia, de Teros, de Fanen y demás dioses que habían engendrado por lo menos un hijo. Algunos casi llegaban a la veintena y otros, al igual que Layla, apenas llegaban a los diez. Seguramente alguno de ellos moriría ese día o, como mínimo, acabarían heridos. "No quiero que Layla pase por esto" pensó para si mismo. 

- Parecen muy capaces de matar a cualquiera -comentó, notando que Bet´anya también miraba hacia la arena.

- ¿Papá? 

Alzó la vista y vio a Layla con una armadura que había mandado diseñar para ella para su cumpleaños, no es que fuese el mejor regalo de todos, pero así estaría protegida en la batalla. Además contaba con una espada y un escudo, aun le faltaba algo de entrenamiento, pero sabía arreglárselas bien.

- ¿Qué pasa, Layla? -le preguntó, ignorando a la diosa de la ira y la desdicha para acercarse a su hija.

- ¿De verdad tengo que hacer esto? -le preguntó y le miró con un notable sonrojo.- Tengo la sensación de que no les caigo bien y me miran como si fuese un bicho raro cada vez que me acercó a ellos, de hecho uno me dijo que me largará a donde nadie pudiese verme.

- No les hagas caso, simplemente son así, no tienes que preocuparte por ellos -respondió colocándole bien un brazalete que llevaba flojo. Aun tenía remordimientos cuando le dijo lo que tenía que hacer.

Hacía unas semanas, cuando se decidió esa competencia, había ido al templo para cenar con Layla, era una costumbre que tenían, y tuvo que explicarle que tenía que hacer esa competencia. Tendría que demostrar a los demás dioses de lo que era capaz y a sus hijos también, parecía que había interpretado eso como una competencia amistosa, pero al ver a los demás niños con los que tendría que luchar... Hasta Ydor temía lo que pudiese pasarle a su niña. Se desprendió del odre que siempre llevaba con él para ponérselo a Layla, era su posesión más preciada, pero en ese día, Layla lo necesitaría más que él.

A medida que veía cada combate desde los asientos, Layla se asustaba más, aquello era demasiado brutal, no podía enfrentarse a esos semidioses. "Tengo miedo" pensó cuando vio que uno de ellos mataba un niño que debía de tener su edad, ¿por qué tenían los dioses que decidir eso? "No te preocupes, Layla", se sobresaltó al escuchar la voz de su padre en la cabeza. Alzó la vista hacia donde estaban todos los dioses y localizó a su padre junto a la que debía de ser Bet´anya, y comenzaron así una conversación telepática.

"No puedo hacerlo, papá, tengo miedo" le dijo sin apartar la vista de él.

"No te preocupes, lo harás bien y si sale algo mal, intervendré. Estoy aquí" le respondió

Cogió aire profundamente y miro de nuevo hacia la arena y escuchó que alguien la llamaba, era su turno. Aun con el miedo en el cuerpo, se levantó de su asiento y camino hacia el centro de la arena, Miró a su oponente y pudo reconocerlo, no sabía su nombre, pero tenía un hermano gemelo al que no veía. Tragó saliva e intentó calmarse, todo estaba bien, su padre nunca mentía.

- ¡Comenzad!

No le dio tiempo a reaccionar al ataque del chico que tenía delante, se protegió con su escudo y siguió recibiendo ataques que no le daban tiempo a responder. Notó que su escudo se estaba rompiendo y tuvo que desprenderse de él y utilizar el agua como defensa, era lo mejor que podía hacer. Además... recordó una lección que le había dado su padre, podía usar el agua como protección y como arma ofensiva, así que hizo que unos chorros de agua hirviendo atacasen al chico mientras este se veía obligado a protegerse también. Pudo acercarse para poder atacarle de manera más ofensiva, pero recibió otro ataque desde otro ángulo que la tiró al suelo y así hasta que se dio cuenta de algo. Estaban haciendo trampas, estaba en un combate de dos contra uno y ella era la que iba a perder; poco después escuchó algo que le llegó al hondo del alma:

- Menuda inútil, ¿en serio piensas que podría matar a Apóstolos? -escuchó la voz del regente de los dioses que hablaba a su padre.

Era cierto, era una inútil, no podía ganar ese combate, no podía luchar. Solo esperar a que acabasen de una vez, Layla no quería estar allí, quería volver a casa; nada más pensar en eso, sintió un gran dolor en el abdomen. Una lágrima resbaló por el rabillo de su ojo mientras veía que tenía una espada clavada ahí donde le dolía, pero eso no era lo peor, uno de los gemelos la retorció de modo que le causase más dolor. No pudo contener el grito de dolor que tenía en su garganta y más lágrimas resbalaban por su rostro y notaba el gusto de la sangre en la boca. 

martes, 20 de octubre de 2015

Urian & Layla

Prólogo

19 de Junio de 9548 a. C.
Los dioses atlantes estaban desesperados, Apolimia, diosa atlante de la destrucción, había ocultado a su hijo en el plano humano y estaban como locos buscándolo. Habían matado a príncipes atlantes y a plebeyos que podrían tener algo divino en su sangre, pero todos habían sido bebés inocentes. Apolimia seguía encerrada, riéndose de ellos y jurando bañarse en su sangre cuando su hijo llegase a la madurez; de ahí que Arcón, dios atlante de la luz y el orden, estaba más desesperado que el resto. Ese niño acabaría con todos ellos y, además, le quitaría su puesto como rey de los dioses atlantes.

En el salón del trono se podía escuchar la risa de Apolimia, burlándose de todos ellos, Archon le exigía saber dónde había escondido al bebé, pero ella seguía retándole a que matase a todos los bebés nonatos. Era algo que resultaba imperdonable, pero para evitar la muerte de todos ellos y la del pueblo atlante, tendría que hacerlo por muy imperdonable que fuese.

- Siempre podemos hacer una cosa -comentó Ydor que estaba con los demás en el salón del trono.

- ¿En qué estás pensado, Ydor? -preguntó Archon al escucharlo.

- Podemos atormentar al niño, llamándolo y desquiciarlo, eso puede ayudarnos a identificarlo de los demás. Por otro lado, Apolimia debió de quitarle todos sus poderes antes de mandarlo al plano humano, ¿y si creamos un ejército? Estoy casi seguro de que si les ordenamos buscar a Apóstolos y matarlo, el niño no tendría ninguna posibilidad.

Por un momento, Archon pensó que su tío había inhalado algo u que estaba tan borracho como Basi, diosa de los excesos, pero al escuchar su argumento... tenía sentido, los otros panteones no se sentirían ofendidos por la intromisión de sus bastardos y podrían buscar al hijo de Apolimia fuera de su patria y matarlo una vez lo hubiesen encontrado. Su tío tenía razón. 

25 de Abril de 9538 a. C.

- Mami, ¿mi padre me quiere?

Elea dejó de atender la comida cuando su hija le hizo esa pregunta, con cinco añitos, Layla era una niña insegura de sí misma y adorable, su cabello era negro con destellos algo más claros, sus ojos eran los de su padre, azules, su tez era algo oscura y su complexión era algo delgada, aunque con una buena alimentación sería una niña con una pinta más saludable. Aun así, como la madre que era, Elea quería a esa niña y haría cualquier cosa por ella y su padre; era consciente de por qué la niña hacia esa pregunta. Desde que había nacido, Ydor había tomado algunas distancias en lo que acercarse a la niña se refería; normalmente tenía que ir al templo del dios para estar unos momentos a solas con él, mientras Layla dormía.

Dejó la cuchara con la que estaba preparando la comida y se arrodilló junto a la niña para quedar a su altura. 

- ¿Por qué dices eso, tesoro? Claro que tu padre te quiere -respondió a su pregunta con un tono dulce y amable que siempre usaba cuando estaba con ella.

Se fijo que la niña bajaba la mirada y jugaba con los dedos, un gesto que siempre hacía cuando estaba nerviosa o dudaba en decir algo. Muy en el fondo, sabía por qué su hija hacía esa pregunta, nunca había visto a su padre desde que tiene uso de conciencia; el dios del mar nunca se había dignado a aparecer ante la presencia de su hija y cada vez que Elea preguntaba, el dios evitaba la pregunta y no entendía por qué.

- E-Es que... hay un niño que dice que mi padre no me quiere, que es un hombre normal y corriente que huyó y nos abandonó -contó aun con la cabeza agachada y en un susurro.

Elea no pudo contenerse más y abrazó a su hija, siendo consciente de que mucha gente dudaba de que fuese hija de Ydor, la pobre siempre sufría por las constantes miradas de reproche y por culpa de los rumores que había en su pequeño pueblo costero. Ella también los sufría, desde que apareció en el templo de Ydor, presentando a Layla como hija del dios ante los sacerdotes que se apresuraron a decir que eso no era posible y el dios no se había dignado a aparecer para corregir al sacerdote; solo había aparecido por la noche cuando intentaba que Layla durmiese, en ese momento Ydor la conoció, todavía podía ver el tiento con el que cogía al diminuto bebé y lo pegaba a su pecho. Aun así, era muy consciente de que una pobre campesina, hija de un pescador pobre, acabaría quedando como una mentirosa porque no podía ser digna de ser la amante de un dios. No dudaba de que había alguna razón por la que Ydor había ido a verla durante varios meses desde que los dos se conocieron, de hecho, el afecto que llegó a tenerle en aquel entonces fue creciendo hasta convertirse en un sentimiento más fuerte.

- Mami, me haces daño -se quejó la niña, que la había quitado de sus ensoñaciones.

- Lo siento, tesoro -se disculpó, aflojando el abrazo.- Sé que quieres verle, pero tu padre es un dios muy ocupado, es normal que no pueda venir mucho a vernos.

Se separó del abrazo y limpió sus lágrimas que habían recorrido sus mejilla, terminando por darle un ligero toquecito en la frente como bien hacía su padre cuando iba a visitarlo, el sonrojo de la niña se hizo muy evidente y se llevó una de sus manitas a la frente. Hacía un tiempo le había dicho que su padre acostumbraba a dar ese toquecito a sus seres queridos, así que Elea lo hacia de vez en cuando, solo cuando la niña estaba triste y preguntaba por su padre.

- ¿Crees que mi padre se alegraría de verme cuando me conozca? -le preguntó con algo de ilusión.

- Claro que sí, de hecho, cuando estamos solos siempre me pregunta por ti -respondió sonriéndole con cariño.

- ¿E-En serio? -preguntó algo sorprendida.

Su madre asintió y Layla no pudo evitar sentir tanta felicidad, le alegraba saber que su padre pensaba en ella y que se preocupaba por ella. Así que abrazó de nuevo a su madre y la ayudó a preparar la comida. Con el animo más alto.

5 de Noviembre de 9537a. C.
Layla estaba junto a la cama que compartía con su madre, hacía varias semanas la había encontrado desmayada y estaba con una fiebre que no disminuía en ningún momento. Así que la pequeña se había encargado de limpiar la casa, hacer la comida y cuidar de su madre, día y noche, quería convencerse de que su madre se recuperaría de la enfermedad que tenía y, por otra parte, no podía evitar pensar en lo peor. No quería perder a su madre, no sabía qué hacer sola.

Se sobresaltó cuando su madre tuvo otro ataque de tos y se incorporó un poco para, de alguna manera, quitarse la tos. Layla se apresuró a ir a por un cazo con agua para que pudiese beber, se lo ofreció con cuidado mientras su madre bebía despacio; una vez que la tos hubo pasado, le sonrío dulcemente como siempre hacía.

- Gracias, tesoro -le agradeció y volvió a cerrar los ojos para descansar.- Es tarde, deberías descansar.

- No puedo... No mientras estés enferma, mami -respondió muy decidida, no iba a quitarle el ojo de encima.

Su madre siempre se había mantenido a su lado cuando caía enferma y ella no podría descansar tranquila si su madre estaba sufriendo.

- Eres muy buena, tesoro, pero necesitas dormir, hoy has estado trabajando muy duro.

Siguió negándose a descansar y le pidió a su madre que durmiera un poco, mientras dormía, Layla se mantuvo despierta... aunque el sueño quería hacer que se durmiera. "Solo un ratito" se dijo a sí misma y apoyó la cabeza en la cama, junto a su madre.

No sabía cuánto tiempo había dormido, pero se despertó sobresaltada cuando escuchó a su madre tener otro ataque de tos, corrió a por agua y a dársela. Su madre la rechazó y siguió tosiendo y poniéndose de costado como si estuviese sufriendo un dolor muy grande. ¿Por qué no podía hacer nada? "Ve a por un médico" se ordenó, pero eran tan pobres que no tendrían manera de pagarle. Layla estaba paralizada, no sabía qué tenía que hacer. Fue entonces cuando la puerta se abrió de colpe y dejo entrar un fuerte viento que había fuera, cuando Layla miró hacia la puerta, vio a un hombre muy alto con el cabello a la altura de los hombros. Se puso de pie y cogió lo primero que pudiera usar como arma, aunque sabía que sería inútil contra alguien al que apenas le llegaba a la cintura. El hombre se acercó con grandes zancadas hasta la cama, apartándola a ella en el proceso.

- Tranquila, amor, todo va a estar bien -dijo el hombre con el tono más grave que había escuchado en un hombre.

El hombre abrió un odre de agua que llevaba a la cintura y manipuló el agua para colocarla en el pecho de su madre, el agua comenzó a brillar con una tenue luz mientras su madre dejaba de toser y parecía que el dolor que padecía había cesado. No podía creerse lo que estaba haciendo ese hombre, pero ella también podía hacerlo... al menos lo de manipular el agua para que se moviera a su voluntad; instintivamente supo quién era ese hombre, pero temía decir algo en ese momento.

- Trae agua y paños limpios, niña, deprisa -le ordenó sin apartar la vista de su madre.

Se apresuró a obedecer a su padre y buscar el cuenco más decente que tenía y a romper el vestido nuevo que su madre le había hecho en su último cumpleaños, le encantaba ese vestido, pero no era importante en ese momento. Cuando le llevó las cosas que le había pedido, se quedó algo sorprendido al ver la tela del vestido que había roto y procedió a limpiar el sudor que cubría a su madre; ninguno de los dos dijo nada mientras su madre dormía, ella le miraba de reojo de vez en cuando y, como le había dicho su madre en una ocasión, se parecía mucho a él. Los dos tenían el mismo color de ojos y sus rasgos eran casi idénticos , pero ella todavía tenía que crecer para poder ver ese parecido; de hecho, su padre tenía una manía como ella, ella lo hacía cuando estaba nerviosa, pero su padre debía de hacerlo por costumbre, pero se estallaba los dedos, o hacía el gesto, cuando volvía a limpiar el paño en el cuenco. Por un momento se puso contenta de poder conocerlo por fin, aunque habría preferido que fuese cuando su madre no estaba enferma.

Por otro lado estaba algo desilusionada, su padre ni la miraba, ni le hablaba, se centraba en su madre y en nada más. Se mantuvo en silencio y el sueño volvió a invadirla mientras confiaba en su padre para que curase a su madre, era un dios después de todo.

Ydor seguía concentrado en cuidar de Elea, no se sentía capaz de mirar a la niña que lo miraba con tanta curiosidad y a la vez con tanta alegría. Había evitado verla desde la primera vez que la había tenido en brazos y ahora no sabía que decirle, ella tampoco, suponía que no quería decir nada para que pudiera concentrarse en cuidar de su madre. No fue capaz de relajarse hasta que se quedo dormida, apoyando la cabeza sobre el brazo que tenía apoyado en la cama; en ese momento fue capaz de mirarla y se quedó sorprendido con el parecido que tenía con su madre y con él mismo. Su cabello era del mismo color que el de su madre, con algunos mechones más claros, sus mejillas eran algo regordetas mientras que de complexión era algo delgada; por una vez, desde que la había tenido en brazos, se atrevió a tocarla.

- Es guapa, ¿verdad?

La pregunta de Elea lo sobresaltó, había estado tan concentrado de la nada en la niña que no se dio cuenta de que su amada había despertado:

- Si... Se parece mucho a ti -comentó, volviéndose a concentrar en la mujer.

- A ti también, los dos compartís muchas cosas -dijo con un leve tono.

- ¿Cómo cuáles? -preguntó algo sorprendido, ¿su hija había heredado sus manías?

- Los dos tenéis esa desagradable manía de estallaros los dedos, también os ponéis rojos cuando estáis nerviosos -fue diciéndole,- y siempre, pero siempre hace algunas cosas tres veces. Como tú.

Ydor volvió la vista de nuevo a la niña y con la sorpresa en su mirada, debería haber ido más a menudo, pero la búsqueda de Apóstolos era tan ardua que apenas podía estar un rato a solas con la mujer que estaba cuidando, ¿por qué no le habría preguntado por otra cosa a parte de cómo iba con sus poderes? ¿Cómo estaba?

- Ydor... tengo que pedirte algo -dijo Elea que tuvo otro leve ataque de tos.

- Dime, ¿necesitas algo? ¿Quieres que te traiga agua?

Vio como negaba levemente con la cabeza y miraba a la niña que dormía profundamente a su lado:

- Sabes que no voy a aguantar mucho más tiempo esto... -le dijo con tono temeroso.

- No digas eso, vas a salir de esta, eres fuerte -la contradijo, no iba a dejar que Elea muriese.

Notó que sonreía levemente y cogía aire antes de poder hablar.

- En caso de que no lo consiga... ¿harías algo por mí? -le preguntó, moviendo una mano para agarrar la suya.

- Lo que sea, Elea, lo sabes -respondió muy decidido, agarrando su mano entre las suyas.

- ¿Cuidarías a nuestra hija por mí? -le preguntó de nuevo, con un tono algo esperanzado.

El dios se quedó de piedra al escuchar la pregunta, no sabía si podría con algo así, nunca había cuidado un niño y tampoco sabía cómo criar a uno. No se veía capaz, podría dejarla con los sacerdotes de su templo, pero ocuparse personalmente.

- ¿Personalmente? -preguntó para estar seguro.

- Personalmente -respondió y luego volvió a mirar a la niña con lágrimas en los ojos.- Te necesitará cuando yo no esté... Te lo suplico, Ydor, si nos quieres un poco, cuídala.

- No sé si seré capaz, Elea... Soy un dios, nunca he cuidado de un niño... -se quejó el dios, volviendo la vista a la mujer que quería.

La mirada que recibió, no solo era de súplica, también hacía cierto cariño. Soltó un suspiro y terminó por acceder y jurar que cuidaría de Layla, no sabía cómo lo haría, pero tenía que cumplirlo de alguna manera.

Pocas horas después, antes del amanecer, Ydor y Elea sabían que el tiempo de ella se agotaba. Así que, como última voluntad de Elea, le pidió a Ydor que la llevase a ver el amanecer a la playa que había cerca de su casa. Allí donde se habían conocido hacía seis años, a Elea le gustaba mucho ese sitio y, en cierta parte, a él también; los dos vieron el amanecer y, después, Elea se fue.

El dios de los mares se quedó allí, con ella entre los brazos, se había pasado un buen rato con la cara oculta en el cabello de ella. No tenía ni idea del tiempo que había pasado, oía las llamadas de su familia que le pedían que volviese a casa para continuar con el plan trazado para encontrar al hijo de Apolimia; pero lo único que consiguió que levantase la cabeza para mirar a otro lado fue el tono asustado de Layla, que casi fue un susurro, llamando a su madre. Estaba a unos pasos de donde él abrazaba a Elea, pero el dios se veía incapaz de decirle que su madre no volvería con ellos, de hecho la niña corrió hasta ellos y siguió llamando a su madre, intentando que despertase; al no conseguirlo, se echó a llorar y abrazo a su madre. Él también lloraría así, pero lo único que podía hacer era mantenerse en silencio y abrazar a la niña en un intento por consolarla y dejase de llorar; costó bastante, pero al fin y al cabo, dejo de llorar y él pudo encargarse de Elea como ella se merecía.

Después de su funeral, Ydor miró a la niña que estaba con una expresión vacía en sus ojos. Suspiró levemente al tener que pensar en lo duro que sería para la pequeña no tener a su madre y aun encima tener que estar bajo su cuidado, aun se veía incapaz de decirle algo a su hija, además... ¿qué podía decirle?

martes, 13 de octubre de 2015

Ficha Layla

Nombre: Layla.
Apellido: -
Motes: Lay.
Edad: 11558 (31/Octubre/9543a.C)
Aspecto: Estatura media, complexión delgada, cabello negro y ojos azules.
Personalidad: Seria, servicial y con un gran sentido de la justicia; una vez que tiene más confianza con algunas personas, suele ser dulce, amable y cariñosa.
Designación: Semidiosa, 2ª comandante de las tropas divinas atlantes.
Padres: Ydor (Dios Atlante del Mar) y Elea.
Hermanos/as: No puede contarlos.
Pareja: Urian Peters.
Hijos/as:
Mejor amigo: Galen, Styxx, Urian y Sammy.
Enemigos: Karsten.
Tattos/Cicatrices: El símbolo de su padre en su tobillo derecho, luego el de la Coalición Estigia en el omóplato izquierdo.
Pasatiempos favoritos: Le encanta cocinar, leer, escribir, la música
Arma elegida: Sus poderes y su naginata.
Modo de transporte: Su Mini Cooper.
Mascotas: Un husky al que llama Blue, cinco pececitos que se llaman: Nemo, Dory, Ancla, Chump y Flo, por último tiene una tortuguita a la que llama Chiki.
Cosas Sobre Ella
1. Lucho contra el ejército griego y contra la Coalición Estigia para sacar a sus tropas de las costas atlantes y lucho contra Estigio, perdiendo. Abandonando después su patria para seguirle.
2. Tuvo sentimientos amorosos hacia Estigio.
3. Para que Estigio pudiera ser feliz con Bet´anya (Bethany), hizo un trato con Apolo para que lo dejase vivir tranquilo.
4. Fue su mano ejecutora y su concubina durante siglos hasta que supo que Estigio estaba vivo, negándose a matarlo cuando lo volvió a ver (cuando los dioses atlantes volvieron a despertar).
5. Después de volver a luchar contra Estigio, huyó de él porque pensaba que sería lo correcto para que pudiese ser feliz.
6. Vive con su padre, Ydor, en Minnessota. Aunque se suelen trasladar a veces a California a hacer surf.
7. Le gusta escribir, hace breves historias basándose en el mundo antiguo.
8. Es voluntaria en un centro recreativo, donde ayuda a los chicos perdidos a tomar el buen camino y los guía, según otros voluntario, los niños la adoran.
9. Tiene control sobre el agua, puede hacer que se mueva, crear olas, congelar, paralizar a las personas.
10. La historia se repite cuando se siente atraída por Urian, así que decide hacer lo mismo, aunque sabe que Phoebe, su mujer, está muerta.
11. Perdió a su madre siendo muy pequeña y fue entrenada por Ydor personalmente, ya que tenía una gran fobia al agua y no sabía nadar ni controlar sus poderes.

viernes, 9 de octubre de 2015

Ficha Davyn

Nombre: Davyn.
Apellidos: Sphati.
Motes: Daimoncito.
Edad: Muchos años (15/Marzo/1655 a.C.)
Lugar de nacimiento: Grecia.
Aspecto: Alto, complexión atlética, cabello rubio y corto, ojos marrones.
Personalidad: Bueno, comprensivo, duro algunas veces, muy cariñoso y protector con su familia.
Designación: Mano derecha de Stryker, daimon.
Padres:
Hermanos: -
Pareja: Meg (fallecida), Ella (esposa)
Hijos: Abigail y Liam.
Mejor amigo: Urian, Medea y Ella.
Enemigos: Los Darks Hunters, los Gallu, Apolo y Artemisa.
Tattos/Cicatrices: Tres lágrimas en la muñeca izquierda.
Pasatiempos favoritos: Estar con su familia, jugar al billar y ver pelis.
Modo de transporte:
Arma elegida: Su espada y sus poderes.
Mascotas: -
Cosas Sobre Él
1. Se unió a Stryker después de la muerte de sus padres y su pareja.
2. Desde que su primera mujer murió, hace muchos años, evito todo lo posible a las mujeres... hasta que apareció Ella.
3. Le encantan las películas y leer novelas.
4. Al igual que Ella, se llevó una gran sorpresa cuando se descubrió que podía tener una familia.
5. Odia estar lejos de su mujer e hijos por tener que estar en Kalosis tramando cosas con su jefe para matar a Apolo.
6. Le encanta pasar tiempo con su familia, le gusta estar con ellos, hacerlos felices y protegerlos.

Vamos a filosofar

Buenos días/tardes, NoLectores, hoy mientras hago deberes, me apetece tener con vosotros un momento de cercanía... aunque hable con vosotras a altas horas de la madrugada o de vez en cuando por las mañanas. Llevo unos días en los que llevo pensado sobre lo sorprendente que puede ser el ser humano en toda su extensión.

Como bien se sabe estoy haciendo un Bachiller en el que estoy por la rama de letras puras y tengo la asignatura de Filosofía, esta asignatura en particular me llama la atención, a parte de las demás que tengo, pero las pocas clases que he tenido han sido muy reflexivas. De hecho hicimos un pequeño trabajo sobre los jóvenes y los pocos valores que tienen, pero no es el caso, el caso es que en estos últimos días he vivido cosas que me han desconcertado bastante y me han tomado por sorpresa.

¿Sabéis cuando vives una ilusión y termina siendo una pesadilla? Eso es lo que me pasa con algunas personas que conozco, a parte de que no pienso sacar ningún tema en particular, ni voy a mencionar a nadie en especial, no vengo para quejarme de mis cosas. Me he dado cuenta de que el ser humano, desde que existimos como Homo Sapiens somos una... especie que vive en una evolución constante. De pequeños no entendemos lo que pasa a nuestro alrededor, estamos en nuestro mundo y solo pensamos en que el mundo no tiene nada de malo; después crecemos y vemos que el mundo también puede ser doloroso y que hay gente que piensa solo en su propio beneficio sin pararse a pensar en los demás que rodean su entorno. En mi caso suele ser gente que me debe de ver como una retrasada, de hecho soy consciente de que algunos me han definido como tal, pero... gente, sé que mi cara no es tan adorable como la de una modelo o de cualquier otra persona, aun así es mi cara.

A parte del tema de mi cara, también está esa gente que a lo mejor ha hablado contigo unos leves instantes y ya te está tachando de cosas que uno mismo sabe que no es; molesta, si, pero aun así no se le da mucha importancia. Todo porque la gente nace, crece y su forma de pensar va cambiando con el paso del tiempo, tal vez esto se deba a la educación que tenemos todos en nuestra propia casa o por nosotros mismos. Es algo que me tiene con la curiosidad, pero pienso que debe de ser por la educación que nos da la familia. Además, tengo leído por ahí que la gente que conoces por Internet es mucho mejor que la que conoces en persona, yo misma pienso que es verdad porque tengo unos pocos que he conocido por redes sociales y puede ser cierto que sean mejores que algunas personas del día a día; aunque también es algo desconcertante que la persona que vive al lado de tu propia casa ni te conozca un poco, ni vea las cosas mínimas que haces por esa persona, ni que entienda los sacrificios que uno quiere hacer para conseguir algo que quiere hacer. Afectan bastante y la otra parte se piensa una idea errónea que no es más que una ilusión o mecanismo de defensa o yo qué sé, no entiendo a todo el mundo, tampoco fingir que lo hago, ni meterme en su vida de lleno para saber por qué la persona actúa como actúa, pero bueno. En el mundo tiene que haber de todo, ¿sí o no?

En una opinión personal, que si os interesa bien y si no, pues me la resbala, no pienso que haya gente que sea mala del todo... Ojo, los asesinos y demás no cuentan porque eso no lo entiendo, me refiero a la gente "normalita", no es que exista gente mala, ni muy buena; todos tenemos nuestra cabeza con nuestras cosas, con secretos, pasados y esas cosas. Algunos más dolorosos que otros, pero siguen siendo pasados. Aun así no todos podemos ser amigos de todos, es ya algo normal que haya gente que no aguanta a tal persona por ciertos motivos, que pueden ser infundados o no, pero bleh. He llegado a darme cuenta que esas personas nunca van a tener otras intenciones que las de seguir pensando en ellos y en la gente que considera amigos, les aplaudo y me quito el sombrero.
¿Por qué? Pues porque no tienen culpa de las cosas que se nos escapan a todos, yo misma dejo que se me escapen algunas cosas porque o no las entiendo o por el hecho de que a lo mejor no sé enfrentarme a ello. Gracias a todos los dioses de todas las culturas existentes de que he conocido a gente que me puede aconsejar sin juzgarme después o que piense cosas que no son de mi... y de que puedo mostrarme con mi retraso y me sigan queriendo de todas formas.

¿Y vosotros? ¿Qué pensáis sobre el ser humano?

Me he parado con mi opinión de la gente que es tan así que nadie la entiende, pero ya debéis de suponer cómo son los buenos, imagino.