domingo, 3 de enero de 2016

Urian & Layla

Capítulo 2
Ydor se encontraba en su templo, había pasado casi un año desde que Apolimia había ocultado a su hijo en el mundo humano. Él estaba algo preocupado por ese asunto, como todo en el panteón, si ese niño alcanzaba la edad adulta... todos ellos y el mundo entero estarían en serios problemas. La creación de su ejército de semidioses marchaba bien, pero él no había encontrado todavía una mujer que pudiera tener un hijo suyo. Tampoco es que fuera su mayor preocupación, pero quería colaborar de alguna manera. 

Una súplica llamó su atención y usó sus poderes para ver quién le había sacado de sus pensamientos.

Vio un bosque en que el estaban tres hombres y una muchacha, ella estaba luchando para soltarse del agarre de uno de ellos mientras gritaba "¡Padre, por favor, no me hagas esto!", Ydor no era el dios de la justicia, pero no pudo evitar aparecer en el lugar para ayudar a la muchacha. El hombre, que debía ser su padre, salió corriendo al verle y los otros intentaron atacarlo. Su último error. Cuando Ydor acabó con ellos, se giró para mirar a la chica que estaba llorando desconsoladamente.

- Tranquila, ya ha pasado todo, todo va ir bien -le dijo en un intento para calmarla.

No sabía qué estaba pasando, pero la muchacha se tiró a sus brazospara abrazarlo. Él la abrazó a su vez para tratar de consolarla de alguna manera, ni siquiera sabía los motivos que tenía para estar allí, en la oscuridad, fue algo impulsivo por su parte, pero aun así, siguió abrazándola y consolándola.

Años después, Ydor había perdido a Elea, la muchacha a la que había salvado y con la que había tenido una hija, Layla, en esos momentos... observaba con sorpresa y miedo como un semidios la atravesaba con una espada y le provocaba más daño del que debía de estar padeciendo. No dudó en intervenir para salvar a su niña, hizo retroceder a los semidioses y protegió a su hija, cogiéndola en brazos, alzó su mirada para encontrar a dos muchachos asustados, pero Ydor no tendría piedad. Cualquiera que hiciese daño a su niña, moriría.

- ¡Ydor! -exclamó Archon que le detuvo de lanzar un ataque contra esos bastardos.

El dios del mar volvió a alzar la mirada, con su odio aun patente para mirar a su regente que tenía una expresión impasible.

- Deja que esa bastarda se muera, no nos puede ser de utilidad cuando ni siquiera puede lanzar un ataque decente -le ordenó.

¿Dejarla morir? ¿"Esa bastarda"? Archon no tenía ni idea... ¡Layla no era ninguna bastarda! Era su hija, suya y no iba a dejar que la insultarán de esa manera.

- Ydor, cálmate, Layla no se va a recuperar por mucho que les mires con odio -se apresuró a detenerlo Bet´anya que había bajado a la arena.

Cierto, Ydor bajó la mirada hacia su hija que estaba muy pálida e inconsciente, tenía que ocuparse de ella. Se incorporó con cuidado para llevarla a su templo y así poder curarla, puto Archon... ¿Cómo se atrevía? "Será normal con todos los bastardos que tiene él" gruñó para sus adentros, mientras observaba a Layla. Momento en el que su mirada se suavizó.

- TRanquila, tesoro, no dejaré que te pase nada malo -le dijo mientras la curaba.

Besó su frente y siguió curándola, recordando las palabras de Archon en la que llamaba inútil a su niña. "No debí haberte metido en esto" se reprendió, si no hubiera comenzado a entrenar a su pequeña, podría haberla mantenido a salvo de toda su familiay ahora era demasiado tarde. ¿Qué iba a hacer? 

18 de Noviembre de 9534 a. C.
Layla estaba encerrada en el templo de su padre y llevaba varias semanas sin salir de allí, apenas comía y no quería hacer nada. Se pasaba los díasy noches pensando en lo que había pasado en aquel combate, era una completa inútil. No sabía nada de lucha o de enfrentarse a algo más fuerte que ella, prácticamente pensaba que su padre estaría mejor sin ella, Archon tenía razón.

- ¿Layla? 

La niña se sobresaltó y alzó la vista para ver a su padre, parado junto a la puerta de sus aposentos. En los últimos días había intentado animarla. Aunque había algo que la extrañó, su padre había tomado la apariencia de un sacerdote, le parecía extraño ya que eso pasaba de vez en cuando y le pidió que le siguiera, cosa que hizo.

Caminaron por la capital atlante hasta llegar a una zona donde vivía la gente "pobre", algo muy extraño, su padre la guió hasta una casa que tenía pinta de estar a punto de derrumbarse y llamó a la puerta. ¿Qué estaba pasando? Cuando abrieron la puerta, Layla vio a una niña pequeña que debía de tener cinco años, rubia y de ojos verdes. Parecía algo asustada de ver al sacerdote, su padre, en la puerta.

- Llévanos con tu abuela, pequeña -le ordenó su padre con cierto tono amable.

La niña dudó bastante en si debía dejarles entrar o no, pero obedeció a su padre y les llevó junto a una cama donde dormía quien debía ser su abuela. Layla seguía sin entender por qué estaban allí, pero se vio a sí misma en la niña que estaba algo asustada,

- Cúrala -le dijo su padre.

- ¿Cómo? -le preguntó algo dudosa, no podía hacerlo.

- Sé que puedes, Layla, cúrala -le respondió con un tono tranquilizador, pero exigente a la vez.

Aun sin estar muy segura, miró a la anciana y luego a la niña que estaba junto a la cama. Abrió el odre que le había dado su padre para la lucha que había tenido lugar hacia unas semanas, manipuló el agua para que se pusiera en el cuerpo de la anciana. "Recuerda que tienes que ser cuidadosa, si haces algo mal, podrías matar a alguien" recordó las palabras de su padre cuando le había enseñado aquella lección, el agua cogió su brillo característico cuando la usaba para curar a alguien y tuvo cuidado para que la anciana no muriese; comenzó a sentir un cosquilleo en las manos cuando llevaba un buen rato manipulando el agua y no sabía qué significaba. La anciana abrió los ojos y miró a su nieta, llamándola por su nombre, entonces se apartó para que la niña pudiera abrazar a su abuela y llorar. 

Poco después de haber curado a la anciana, Ydor había abandonado el aspecto de sacerdote y agarraba de la mano a Layla, tal como había pensado, a su niña se le daba bien usar sus poderes para curar a los demás. Pensó que lo que acababa de hacer le levantaría el ánimo, pero parecía que no. Él también estaba algo bajo de ánimo, la guerra entre Grecia y la Atlántida estaba a punto de llegar, podría ser mañana o dentro de unos años, pero él tenía que mandar a su niña con el resto de semidioses que irían en busca de Apóstolos para matarle y lo más difícil era decírselo a su hija. ¿Cómo podía decirle algo tan delicado como eso?

- ¿Te pasa algo, papá? -escuchó que le preguntaba su hija.

- Nada... Solo pensaba -respondió él, casi aun más preocupado que antes.- En realidad... tengo que contarte algo, princesa...

Al rato, Layla estaba llorando por la noticia y siendo consolada por su padre; no quería irse a la guerra, ¿por qué podían ser tan crueles los dioses? ¿Por qué tenía que ir a la guerra? Su padre y los sacerdotes le habían explicado que los griegos y los atlantes llevaban en guerra desde el comienzo de los tiempos, los griegos eran avariciosos y envidiosos de lo avanzada que estaba la Atlántida. Sus panteones, también estaban en guerra desde los comienzos, los dioses griegos ansiaban la Atlántida por razones que ella no entendía todavía. Aun así seguía preguntándose qué hacía una niña como ella en un campo de batalla, había oído historias de que los griegos tomaban a las mujeres y a los niños para venderlos como esclavos para los aristócratas que a saber lo qué hacían con ellos. Con eso sentía más miedo que cuando "luchó" contra los demás hijos de los dioses.

Ydor siguió abrazando a su hija mientras lloraba, no le gustaba el hecho de que tuviese que irse a la guerra. Le gustaría poder acompañarla para asegurarse de que estaba a salvo y de que nadie le hacía ningún daño, pero no era un dios de la guerra como Misos o de la ira y la desdicha como Bet´anya. Hoy no solo había llevado a Layla a casa de la anciana para demostrarle que podía hacer algo por los demás, si no porque Archon también la observaba desde Katoteros; Layla podía ser una buena curandera de las tropas atlantes, de esa manera sufrirían menos bajas y los griegos tendrían que sucumbir a su poder, Layla era la única que poseía poderes curativos, ella sola no podría llegar a todos los soldados que estarían distribuidos por el norte de su tierra para detener las tropas griegas.

- No quiero ir... -dijo después de un rato entre sollozos.

- Lo sé, yo tampoco quiero que vayas... pero no puedo negarme a lo que Archon ordena... -respondió el dios del mar, sintiéndose muy mal.

Si tan solo hubiera podido llegar al trono de su panteón... Obviamente, en su situación actual, podrá evitarle todo eso a Layla. Definitivamente tendría que encontrar la forma en la que pudiera proteger a Layla de todos los que pudieran hacerle daño, la abrazó un poco más fuerte y besó su cabeza. "No te preocupes, Layla, no dejaré que te pase nada" pensó mientras seguía abrazando a su hija. A su tesoro.

26 de Junio de 9533 a. C.
Hoy se suponía que Ydor iba a llevar a Layla a una "excursión" para ayudarla con sus habilidades de lucha, sus habilidades y conocimientos para la curación eran ya muy avanzados, pero también necesitaban mejorar sus habilidades de lucha para poder defenderse. Sabía que tenía los conocimientos necesarios para luchar, pero tenía que aprender cómo usarlos, así que le había propuesto la excursión para ayudarla a mejorar sus habilidades. Aunque el día era como un chiste, las "peleas"que ambos tenían con sus espadas de mentira y sus escudos eran más como peleas de cosquillas y risas. Fue entonces cuando Ydor comenzó a pensar sobre el gran cambio que había hehco gracias a la niña que estaba abrazando en ese momento, su hija.

- Papá -lo llamó Layla, tirándole de la manga del forestama.- Tengo hambre.

Y no habían llevado comida.

- ¿Te apetece pescar? -le preguntó, era lo único que se le ocurría.

- No me gusta el pescado -respondió ella muy seriamente.

La risa pudo con él y no pudo evitarlo, no podía ser cierto, ni siquiera pudo contener la risa cuando vio la mirada de curiosidad de Layla. Normal si no entendía el motivo de su risa.

- ¿Por qué te ríes, papá? No tiene gracia...

- Sí la tiene -respondió, dejando de reírse.- Porque a mi tampoco me gusta.

- Oh... entonces sí tiene gracia -comentó ella, comenzando a reírse también.

- ¿Qué te parece si buscamos un lugar para comer algo decente? Algo mejor de lo que podría cocinar tu padre -bromeó el dios del mar, sacándole una sonrisa a su pequeña.

Por una vez se alegró de una decisión que había tomado, como dios, Ydor tenía que tener cuidado de las decisiones que tomaba en lo que se refería a sus creyentes y los juramentos que hacía; aun así, le dio las gracias a Elea y a Layla por haberlo cambiado tanto. Le gustaba saber cosas sobre su hija, lo que le gustaba, lo que no, saber de sus recuerdos. Aunque no le gustaba mucho saber que había gente que las había tratado mal, tanto a Elea como a Layla, tratándolas de mentirosas. Si pudiera les haría pagar a todos, pero ahora tenía que darle buen ejemplo a Layla, aunque no necesitaba que se lo dieran. Layla era muy buena y siempre se preocupaba por los demás, dándole igual lo que hubiesen hecho en el pasado o si eran buenas o malas personas.

Después de comer, volvieron a donde habían estado entrenando antes y continuaron con la "pelea", aunque no eran conscientes que en ese ejercicio, alguien les estaba observando muy de cerca, por no decir que era alguien muy cercano.

Archon miraba la esfora en la que contemplaba a su tío con aquella inútil, ¿por qué la seguía entrenando? Creía haberle ordenado que se deshiciese de ella, aunque no podía negarlo, esa cría tenía una buena mano con la medicina. Podría serles de gran utilidad en la guerra contra esos griegos.

30 de Diciembre de 9533 a. C.
De nuevo, el templo se había llenado de gente enferma y que necesitaban curación. Layla, con las vestimentas de una sacerdotisa, les curaba y les daba remedios que su padre le había enseñado a hacer con las hierbas que crecían únicamente en la Atlántida. Por una vez, Layla se sentía a gusto con lo que estaba haciendo, ayudaba a los demás y evitaba que los demás niños quedasen huérfanos; pero lo único que la deprimía era tener que recordar que tenía que ir a una guerra a la que no quería ir.

Una niña pequeña se le acercó y le preguntó cuál era su dolencia, cuando la pequeña respondió, Layla se tensó porque no era la primera vez que había oído algo similar. Al menos no desde aquella "competición" con el resto de semidioses, su regente la había llamado inútil y ella se había sentido como tal; la niña sonrió y siguió diciendo cosas malas de ella, haciendo que la gente comenzase a dudar.

- No eres la hija de un dios, solo eres una bastarda de un mortal cobarde -siguió diciendo la niña.

El sonido del agua atrapando a la niña, hizo que Layla mirase a su padre acercarse con una mirada de ira que hasta ella se asustó tanto como la niña, pero iba a ahogarla.

- Papá, la vas a ahogar -dijo cuando se acercó a él y lo agarró para que la soltase.

- No importa, no es lo que parece, Layla -respondió él con la misma mirada.- ¿Qué haces aquí, Teros?

Layla se quedó algo sorprendida al escuchar el nombre del dios atlante del miedo, no sabía que... no era eso, sí que lo sabía, su padre tomaba otras apariencias para que nadie lo reconociese, era algo lógico que los demás dioses pudiesen hacerlo y si su padre decía que era un dios, tenía que serlo, su padre nunca le mentía.

jueves, 31 de diciembre de 2015

2015

Hoy es el último día del 2015 y parece normal que todo el mundo, o casi, comente sus vivencias y sus deseos para el 2016. Pues yo vengo a hablar de mi año.

Con seguridad puedo decir que no fue el mejor año de mi vida, ya que si me paro a pensarlo, me han pasado más cosas malas que buenas, pero he tenido mis momentos de alegría. Aun he descubierto cosas interesantes también, como que he madurado, al menos en comparación a la idiota que era antes, mi propósito de este año: ser una persona distinta, se puede decir que en mi punto de vista ha sido así y lo he conseguido, he descubierto que algunas personas de conoces de siempre cambian y otras que no son capaces de cambiar o madurar por sí mismas, en el sentido de que si saben que pueden hacer cosas mal, quieran cambiar ese aspecto de ellas mismas. Una opinión no es bien acogida cuando quieres expresarla, algún eslabón quiere volver a los albores, he vivido de ilusiones y mentiras, he sentido la soledad por parte de personas a las que podría ver todo un año si ambas partes quisiesen; he dado segundas oportunidades a personas de las que tontamente espero una tercera, ridículo, pero es así. He leído más que escuchado cosas como que los problemas de mis amigos me dan igual o que si sigo ignorando a ciertas personas voy a acabar sola y pienso que es cierto. Todos tenemos un miedo, el mío es estar sola y aunque no lo diga, pienso en ese miedo todos los días y los años no me lo van a quitar por mucho que pasen. Y, por último, he vivido de ilusiones y mentiras, de palabras vacías que dudo mucho que fuesen ciertas.

Este año también he conocido a gente nueva, he vuelto a estudiar y me he divertido, he sido capaz de sentir indiferencia por personas que en un momento de mi vida me importaron más ellos que yo. Una vez, una persona me dijo que desde que entras al colegio y estás con unas personas hasta que llega el momento de separarse, esa gente es tu clase; personalmente, yo nunca consideré a mi generación "mi clase" y las veces que repetí no me sentí parte de un todo escolar, pero a día de hoy puedo decir que encontré esa clase en la que me siento parte de algo. Yo considero que esa clase es "Mi clase", independientemente de los que mis compañeros piensen, Además de que conocí a gente muy dispersa, pero que están conmigo cuando las necesito, suelo decir o pensar constantemente qué tengo yo o cómo es que tengo a ciertas personas en mi vida para que sean mis amigos y a mi me consideren igual, No suelo decirlo mucho porque sería una pesada o algo así, pero me siento afortunada de haber conocido a estas personas y espero seguir teniéndolas en mi vida mucho más tiempo. A pesar de haber empezado el año algo mal y de que en este trimestre/semestre como la gente quiera llamarlo dejase unas cuantas, pienso volver con más y mejor.

Para este 2016 espero sinceridad, realidades y verdades, palabras con sentimientos reales, conservar y ayudar a los que considero importantes en mi vida en lo que pueda, aprobar con notas de más de suficientes, seguir haciendo lo que me gusta, que es escribir, mejorar para poder hacer algo propio. También espero conseguir trabajo para poder cumplir mi propósito secreto, seguir aprendiendo con mis amigos, los Dark Hunters, pido salud y amistad, que no amor.

Gracias por este año, por aguantar mis tonterías, por mis problemas sin importancia y por mi estupideces, por las sonrisas, risas, vuestra ayuda y apoyo. Os deseo lo mejor para este año que entra y no os lo digo mucho, pero os quiero mucho, Rol DH.

Al resto igual, que tengáis un buen año y que tengáis un buen año y si es mejor año, a disfrutarlo y que consigáis vuestros objetivos.

Feliz Año Nuevo~

domingo, 13 de diciembre de 2015

Vamos a filosofar (Parte2)

Buenas, lectores~

Se supone que en estos momentos debería estar estudiando para mis últimos tres exámenes, alguien leerá esto y me va a pegar, pero bueno... quería dar constancia de que sigo viva y que no me he muerto. Aunque esto lo sabe la gente que me sigue con mis historias... creo... pero los que caéis por aquí por casualidades y esas cosas... pues tengo que estudiar y no sé distribuir el tiempo para poder subir algo y seguir la historia de Urian & Layla.

Estaba aquí muy metida con filosofía y empecé a pensar en el ser humano en sí, ya que el saber filosófico radical es el que busca la verdad más profunda. Pues resulta que empecé a pensar en mí y en gente que sé de su existencia y un acontecimiento particular que me paso en una clase y estaba tal que O.O y esas cosas.

Al pensar en mí, me di cuenta del cambio que he hecho con mi vida, mi carácter, las personas que me rodean, los que usaban más palabras vacías que hechos y esas cosas. Me sorprendo a mi misma. Hace poco, unos meses atrás, una chica me dijo "Mi amiga está estudiando, no como tú que no haces nada" y tal que "What? Bitch, pls", me cogí un buen cabreo pero no es lo que cuenta. El caso es que... no me importo y estoy tan feliz de que eso pasase. ¿Por qué? Sencillo, esos comentarios me hacían llorar como una cría enana y he visto que he crecido un poco \(•w•)/ Además, con el acontecimiento reciente, que no menciono nombres que esto son cosas de clase y en clase se queda, pues he sabido dar mi opinión... creo, una de mis compañeras dijo que respondí sabiamente cuando yo creía que decía chorradas. Y es que uno de los temas era "Es que Manolo me dijo que..." "Pepito me contó que tú..." "Me margináis" y yo recordando experiencias de cuando era joven, tonta e inexperta en esta vida pues ¿por qué la gente se deja "influenciar" por lo que dicen los demás? Yo digo y mantengo que lo que digan los demás es puro cuento; yo soy yo, la gente es gente y creo que hemos evolucionado lo suficiente para que estemos preocupándonos por esas cosas sin sentido. Si, que vale, pueden decir mentiras y esas cosas, pero... ¿para qué hacerles caso? Si uno ya sabe cómo es y la gente que quiere a esa persona sabe cómo es... ¿para qué darles importancia? Lo único que se hace es alimentar a esa gente que quiere dejar mal a los demás, yo no los detengo si dicen algo de mi, a mi me da igual sinceramente. Vivo en un mundo de constante indiferencia hacia la gente así, solo quieren divertirse a pesar de que están haciendo daño a alguien. Ñee... estoy divagando bastante me parece a mi. Pero se entiende lo que quiero decir, ¿no? Nadie va a comentar, así que supongo que pensaréis que estoy loca.

Luego, una cosa que me paso esta mañana, fue que iba tan tranquilamente en el coche con mi padre y me dice "Mira, ahí va -nombre.-" y pensando para mí "Vale, a mi qué me importa", era una persona con la que ya no tengo trato y no me interesa volver a tenerlo, pero recuerdo bien una cosa que me paso con dicha persona. A lo mejor lo lee o no, se va a ofender o no, pues que yo tuve un problema con una segunda persona. Era la segunda persona y yo, un problema y una tercera, que no pintaba nada, pero estaba ahí. Y esto es algo que está en mi cabeza, es un opinión y a quien no le guste le echa una buena salsa y se lo come; el caso es que esa tercera creyó más una versión que la que yo podría haber dado en su momento y a raíz de eso fue como "No te hablo más porque hiciste esto y esto" y no solo esa persona, hay otras muchas por el mundo que hacen lo mismo, pero yo estoy en mi casita tal que "¿Hola? Que hay otra versión para este problema" y esto se ve en cualquier sitio. ¿Y qué está pasando en el mundo? Además se suelen como enfadar por intentar explicarles cosas... y es por eso que digo que los niños no son maduros, creen, como con Santa Claus, que lo son y no... no lo son.

Yo agradezco no ser tan tonta como antes y poder estar haciendo lo que quiero para poder hacer algo con mi vida y esas cosas que hace la gente "normal". Iba a poner algo para la gente que no me aguanta, pero esto es muy personal como para andar quejándome de esto por aquí y por cualquier parte.

Nunca uséis los oídos y los ojos para oír y leer, usad todos los sentidos para sentir los hechos.

A los que les guste "Urian & Layla", en cuanto termine con los exámenes me pongo con ello. Siento esta perdida de tiempo para vosotros, pero me apetecía escribir algo.

Y si os interesa ver chorradas y más cosas podéis seguirme en Twitter ---> @SrtaInuzuka

Nos vemos~

martes, 27 de octubre de 2015

Urian & Layla

Capítulo 1

20 de Febrero de 9535 a. C.
Ydor estaba en la playa de Katoteros, seguía preguntándose si estaba a tiempo de engendrar otro hijo que pudiera entrenar. Layla tenía demasiadas dificultades para controlar el poder con el que había nacido, de hecho... pocos meses después de tomar su protección, se dio cuenta de que Layla padecía de un gran miedo al agua que no entendía. Tampoco es que se hubiese tomado la molestia de preguntárselo. En ese momento estaba observándola tomar aire después del "combate" que habían tenido, se había limitado a recibir los golpes y a protegerse, "¿cómo se supone que vas a encontrar a Apóstolos y matarlo cuando ni siquiera me devuelves los golpes, niña?" pensó para sí mismo.

- Oh, Ydor, estás aquí -escuchó la voz de Chara, la diosa atlante de la alegría.

- ¿Qué pasa, Chara? -le preguntó mientras se giraba para mirarla.

- Archon necesita consultar algo contigo y quiere verte ya mismo -le informó viendo que la diosa miraba a Layla que seguía cogiendo aire.- ¿Algo que puede esperar?

Después de echar un vistazo de reojo a su hija, asintiendo hacia Chara y dejando sola a la niña para ir a ver qué quería su sobrino.

La diosa de la alegría se quedó un momento en la playa, mirando a la hija de su tío abuelo. Se quedó pensando en el asombroso parecido que tenía con el dios del mar, pero por otra parte, parecía tener más de mortal que de dios, algunos de ellos ya tenían a sus hijos con los poderes más que controlados. En cambio, esa niña tenía ciertas dificultades, pero ella no podía echárselo en cara; sabía que la niña lo estaba pasando mal, Ydor debía de ser estricto, así que se acercó a la niña y se arrodilló delante de ella mientras esta se limpiaba las lágrimas.

- Oye, oye -llamó su atención para que la mirase.- ¿Sabes cómo maldicen los pollitos?

La niña negó levemente con la cabeza, parecía que estaba asustada de lo que fuese a hacer u decir.

- Caldito seas -respondió ella en un leve intento por animarla y hacerla reír, por algo era la diosa de la alegría.

Parecía que el chiste no había surtido efecto, no se reía.

- ¿No lo pillas? Caldo de pollo, caldito... -le explicó.

La niña siguió sin reírse.

- Vaya... hoy tengo un público difícil... Probemos con otro -pensó un momento en algún otro chiste o cosa graciosa.- Iban dos y cayó el del medio.

Por un momento, Chara pensó que ese sería como el anterior, pero escuchó un sonido que a sus oídos era como una risa. Después de todo, la niña sí sabía reírse, pero a saber porqué se reía de un chiste tan malo; las dos se rieron del chiste durante un buen rato y siguió hablando un poco con ella, Chara no entendía qué veía Ydor de malo, la niña era una dulzura y, lo más importante, muy divertida. Para cuando Ydor volvió, la niña recuperó su estado de mudez y obediencia, así que Chara pudo irse a atender sus propios asuntos.

Layla agachó la cabeza al notar que su padre volvía de atender sus asuntos y la diosa de la alegría se iba, se mentalizó para poder hacer frente a lo que iba a venir, su padre seguiría dándole golpes, intentando enseñarle a luchar; aun así, ella recordaba las palabras de su madre que le decía que la violencia nunca resolvía nada. Ahora, y desde hacía unos meses, su padre intentaba tirar eso por la borda... no podía evitar sentir que su padre se había olvidado por completo de su madre y lo estaba comenzando a odiar por eso. Era un dios, tenía una eternidad por delante y siempre se podía olvidar a la gente. Ella no podía ser así, todos los días intentaba mantener presente la imagen de su madre para que no desapareciese de sus recuerdos. Solo había pasado un año y poco y estaba comenzando a olvidarla.

- Por hoy ya es suficiente -dijo su padre que no le había dicho nada de nada hasta ese momento.

La envió al templo donde la había dejado tirada con sus sacerdotes, allí veía como los sacerdotes hacían sus cosas religiosas y la trataban como si ella también fuese una deidad, si le hubieran permitido escoger, habría preferido no tener ese poderes que ellos tanto querían y habría preferido otro padre. Uno que fuese más cariñoso, Ydor ni siquiera le preguntaba cómo estaba, ni había intentado conocerla un poco desde que su madre se fue. Así que, en la oscuridad del templo, había decidido que se iría muy lejos de la Atlántida para poder encontrar un sitio mejor. Uno en el que su padre no pudiera encontrarla nunca de los nunca.

Cuando la actividad del templo había cesado, Layla se levantó con cuidado de no hacer ruido para no alertar de lo que pretendía hacer. Salió con mucho cuidado del templo para que no la vieran, de la misma forma salió de la ciudad; una vez que lo consiguió, comenzó a correr hacia el bosque que estaba cerca para poder ocultarse de la gente que pudiera verla.

Había recorrido un largo trecho, o eso le parecía, estaba muy cansada y tenía sueño. Creía que si seguía así, acabaría por caminar dormida... se chocó contra algo y cayó al suelo; al abrir los ojos y alzar la vista se encontró con un hombre muy alto, quizás un poco más bajo que su padre, pero no quitaba que a su perspectiva fuese un gigante... y uno que no parecía tener buenas intenciones. La agarró de muy malos modos y la manoseo, haciendo que se asustase mucho por lo que pudiese hacerle, escuchó que llamaba a alguien y ese alguien se acercaba, ¿pensaban en venderla como esclava? No era eso lo que quería, tenía que calmarse y recordar, recordar que le había enseñado su padre; pero estaba demasiado asustada como para pensar con claridad, fue entonces cuando una extraña fuerza la separó de aquel hombre que la estaba agarrando. Haciendo que cayese al suelo y se arrastrase hasta alejarse del peligro, al darse la vuelta para ver qué pasaba, vio que su padre había aparecido de la nada para salvarla de aquellos tipos que querían hacerle daño. Aunque se pasasen más tiempo suplicando clemencia al dios que luchando por defenderse, cuando su padre los dejo inconscientes, Layla se dijo en que no se había despeinado y ella simplemente se había quedado quieta sin poder hacer nada. La sorpresa no terminaba ahí, su padre se arrodilló delante de ella para poder asfixiarla en un fuerte abrazo que no se esperaba y ni siquiera entendía por qué se lo estaba dando. además, ver a su padre con lágrimas en los ojos no ayudó a que se recuperase de tal sorpresa y que la agarrase por los hombros para comprobar que estaba bien tampoco.

- ¿En qué estabas pensando, niña? -le preguntó con un tono entre ira y preocupación.- ¿Tienes idea de lo peligroso que es andar sola de noche? ¿Es que quieres matarme?

¿Su padre se había preocupado por ella? Era algo que no podía creerse mientras se le nublaba la visión por las lágrimas, pensaba que solo era un estorbo para él y que no la quería. Ydor volvió a pegarla contra su pecho y apretaba el abrazo, de nuevo, casi asfixiándola y comenzó a disculparse con ella. ¿Qué estaba pasando?

Ydor estaba sintiendo un alivio como nunca antes había sentido. Había ido al templo para ir a ver a Layla mientras dormía, era algo que solía hacer, no era que así pasasen un rato padre-hija, pero cuando vio la cama vacía y que Layla no se encontraba en el templo. Uso sus poderes para buscarla, no entendía qué estaba haciendo en el bosque ni por qué se dirigía hacía la costa, pero ver que esos hombres iban a hacerle cosas desagradables a su hija... fue como volver al pasado. Así había conocido a Elea. A su madre también habían intentado venderla como esclava. Por eso había acudido sin pensarlo dos veces, no quería que Layla tuviese esa vida. 

"Me gustaría que tuviese una buena vida" había dicho Elea, con su vientre algo abultado a causa del embarazo.

"¿A qué te refieres?" le había preguntado al no entender su pregunta, mientras acariciaba su vientre para sentir al bebé moverse.

"A que no quiero que tenga mi vida, Ydor, quiero que tenga cosas bonitas, que siempre tenga comida en la mesa y que no tenga que hacer cosas desagradables. No quiero eso para nuestra hija" le explicó.

En aquel entonces, Elea ya sabía que el bebé iba a ser una niña y se había pasado todo el embarazo diciéndolo y también entendía que quisiera algo mejor para su bebé, muchos campesinos querían eso para sus hijos. Así que Ydor había dicho que podría irse a uno de sus templos como sacerdotisa, cosa que ella había negado.

"Pero ya tiene algo bonito" le había dicho después de un rato en silencio.

"¿Ah, sí? ¿El qué?" había preguntado ella.

"Te tiene a ti, estoy seguro de que contigo no le hará falta nada más" eso era lo que había pensado y fue cuando había notado una patada del bebé. "¿Ves? Me da la razón"

Ahora, mientras estaba abrazando a su hija, entendía lo que Elea había deseado para ella y se aseguraría de que Layla lo tuviese. Ya no solo por el juramente que le hizo a su madre el día que murió, si no porque, como dios y padre, también deseaba lo mismo para la niña que estaba entre sus brazos. "Te lo prometo, Elea, le daré a nuestra hija la vida que siempre quisiste para ella y más" juró para que Elea pudiera escucharlo, era una promesa que cumpliría, porque si hacía cualquier cosa, rompiéndola, moriría.

23 de Agosto de 9535 a.C.
En los últimos meses, Layla había notado un gran cambio en su relación con su padre. ahora se preocupaba por ella y trataba de conocerla un poco, incluso había aprendido mucho mejor a controlar sus poderes. "No te preocupes, a partir de ahora iremos con calma" le había dicho. Se le hacía tan extraño ver a su padre tan cariñoso con ella, que cuando quería hacer algunas preguntas, dudaba de formularlas porque temía estropear las cosas.

En ese momento estaba enseñándole a usar el agua para curar a las personas, usando un pez que había "pescado" su padre hacia unos momentos. Según le había explicado, para usar el agua de manera curativa, tenía que controlarla con cuidado, ya que el agua podía dar la vida, también podía dar la muerte si se usaba mal ese poder. Ese era su primer intento, había manipulado el agua como había hecho su padre para revivir al pez y estaba intentando hacer lo mismo, mientras este le daba indicaciones para que pudiera conseguirlo. Había pasado un buen rato en el que lo estaba intentando, siguiendo dichas indicaciones, pensaba que no iba a conseguirlo cuando el pez comenzó a mover las aletas y a saltar para poder llegar al mar. Obviamente, Layla estaba sorprendida con ese logro y miró a su padre que le sonreía desde donde estaba.

- Lo has hecho muy bien, Layla -la felicitó con la misma sonrisa, mientras cubría al pez en una esfera de agua para devolverlo al mar.- A este paso podrías llegar a mi nivel.

- ¿En serio? -le preguntó animada.

Era algo que había querido aprender desde que había conocido a su padre, si conseguía controlarlo a la perfección, entonces podría ayudar a cualquier persona que estuviera enferma, así ningún otro niño podría sufrir lo mismo que ella con su madre. Solo tenía que esforzarse.

26 de Octubre de 9534 a. C.
¿En qué estaba pensando Archon para hacer una competencia? Aun encima con los niños, ¿es que pretendía matarlos? Ydor no entendía qué pasaba por la cabeza de su sobrino, pero no pudo negarse cuando todos accedieron a esa competencia, Layla no estaba preparada para eso. Aun dudaba de si sería capaz, pero había avanzado mucho y, seguramente, muy pronto, tendría que mandarla a la guerra con los demás. Era algo que no podía evitar, pero tenía que cuidarla y se metería en el campo de batalla si fuese necesario. 

- Pareces preocupado, Ydor 

El dios del mar se giró para ver que Bet´anya se acercaba a él con mirada seria. Bet´anya era la diosa atlante de la ira y la desdicha, pero también era la diosa egipcia de la caza. Alta, morena y de cabello negro, la diosa era una belleza que era mejor no molestar o el pobre infeliz lo pasaría mal.

- No... bueno, sí... quizás un poco... -confesó cuando la diosa se situó a su lado.

- ¿Temes que los demás se metan contigo porque tu hija no sabe controlar sus poderes? -le preguntó.

¿Por qué debía temer que se burlasen de él? Más bien, temía que le hiciesen daño a su hija, eso estaba muy alejado de temer que se burlasen de él. 

- No es eso... solo me preocupa Layla, nada más -respondió muy serio.

- Creo que esto es algo inusual, los demás no parecen preocupados por los niños en absoluto, ¿por qué tú sí? No me digas que te importa.

- Pues sí, Bet´anya, me importa mucho, de la misma manera que tu padre estuvo a punto de iniciar una guerra solo contra nosotros para poder verte -respondió de nuevo.

La diosa se puso algo roja y desvío la mirada al escuchar el comentario, ella era hija de Sinfora, diosa atlante de la Pena, y de uno de los seres más poderosos que existían, el dios egipcio Set. Cuando Bet´anya nació, Archon prohibió que Set fuese a visitarla y eso no le gustó nada al egipcio, así que se dispuso a iniciar una guerra solo en el que podrían haber muerto todos. Por lo que Archon tuvo que darle un permiso especial para que pudiese ver a su hija siempre que quisiese.

- Bueno... no te puedo juzgar, de hecho... creo que haces bien, pero hubiera sido algo bueno que los niños se quedasen al margen. Ninguno debería meterse en una guerra como esta -comentó algo disgustada.

En eso tenía razón y la culpa había sido suya, si no hubiese propuesto lo del ejército... Layla y los demás niños estarían al margen de toda esa guerra que tenían contra Apolimia y su hijo. Por otra parte, Ydor estaba contento de tener a Layla en su vida, de eso no podía arrepentirse.

- Temo que ahora no haya vuelta atrás con esos niños, todos conocen su propósito y parece que están decididos a llevarlo a cabo por el bien del panteón -dijo él, desviando la mirada y fijándose en que los niños estaban reuniéndose en la arena.

Estaba el hijo de Archon, de Asteros, de Misos, de Epitimia, de Teros, de Fanen y demás dioses que habían engendrado por lo menos un hijo. Algunos casi llegaban a la veintena y otros, al igual que Layla, apenas llegaban a los diez. Seguramente alguno de ellos moriría ese día o, como mínimo, acabarían heridos. "No quiero que Layla pase por esto" pensó para si mismo. 

- Parecen muy capaces de matar a cualquiera -comentó, notando que Bet´anya también miraba hacia la arena.

- ¿Papá? 

Alzó la vista y vio a Layla con una armadura que había mandado diseñar para ella para su cumpleaños, no es que fuese el mejor regalo de todos, pero así estaría protegida en la batalla. Además contaba con una espada y un escudo, aun le faltaba algo de entrenamiento, pero sabía arreglárselas bien.

- ¿Qué pasa, Layla? -le preguntó, ignorando a la diosa de la ira y la desdicha para acercarse a su hija.

- ¿De verdad tengo que hacer esto? -le preguntó y le miró con un notable sonrojo.- Tengo la sensación de que no les caigo bien y me miran como si fuese un bicho raro cada vez que me acercó a ellos, de hecho uno me dijo que me largará a donde nadie pudiese verme.

- No les hagas caso, simplemente son así, no tienes que preocuparte por ellos -respondió colocándole bien un brazalete que llevaba flojo. Aun tenía remordimientos cuando le dijo lo que tenía que hacer.

Hacía unas semanas, cuando se decidió esa competencia, había ido al templo para cenar con Layla, era una costumbre que tenían, y tuvo que explicarle que tenía que hacer esa competencia. Tendría que demostrar a los demás dioses de lo que era capaz y a sus hijos también, parecía que había interpretado eso como una competencia amistosa, pero al ver a los demás niños con los que tendría que luchar... Hasta Ydor temía lo que pudiese pasarle a su niña. Se desprendió del odre que siempre llevaba con él para ponérselo a Layla, era su posesión más preciada, pero en ese día, Layla lo necesitaría más que él.

A medida que veía cada combate desde los asientos, Layla se asustaba más, aquello era demasiado brutal, no podía enfrentarse a esos semidioses. "Tengo miedo" pensó cuando vio que uno de ellos mataba un niño que debía de tener su edad, ¿por qué tenían los dioses que decidir eso? "No te preocupes, Layla", se sobresaltó al escuchar la voz de su padre en la cabeza. Alzó la vista hacia donde estaban todos los dioses y localizó a su padre junto a la que debía de ser Bet´anya, y comenzaron así una conversación telepática.

"No puedo hacerlo, papá, tengo miedo" le dijo sin apartar la vista de él.

"No te preocupes, lo harás bien y si sale algo mal, intervendré. Estoy aquí" le respondió

Cogió aire profundamente y miro de nuevo hacia la arena y escuchó que alguien la llamaba, era su turno. Aun con el miedo en el cuerpo, se levantó de su asiento y camino hacia el centro de la arena, Miró a su oponente y pudo reconocerlo, no sabía su nombre, pero tenía un hermano gemelo al que no veía. Tragó saliva e intentó calmarse, todo estaba bien, su padre nunca mentía.

- ¡Comenzad!

No le dio tiempo a reaccionar al ataque del chico que tenía delante, se protegió con su escudo y siguió recibiendo ataques que no le daban tiempo a responder. Notó que su escudo se estaba rompiendo y tuvo que desprenderse de él y utilizar el agua como defensa, era lo mejor que podía hacer. Además... recordó una lección que le había dado su padre, podía usar el agua como protección y como arma ofensiva, así que hizo que unos chorros de agua hirviendo atacasen al chico mientras este se veía obligado a protegerse también. Pudo acercarse para poder atacarle de manera más ofensiva, pero recibió otro ataque desde otro ángulo que la tiró al suelo y así hasta que se dio cuenta de algo. Estaban haciendo trampas, estaba en un combate de dos contra uno y ella era la que iba a perder; poco después escuchó algo que le llegó al hondo del alma:

- Menuda inútil, ¿en serio piensas que podría matar a Apóstolos? -escuchó la voz del regente de los dioses que hablaba a su padre.

Era cierto, era una inútil, no podía ganar ese combate, no podía luchar. Solo esperar a que acabasen de una vez, Layla no quería estar allí, quería volver a casa; nada más pensar en eso, sintió un gran dolor en el abdomen. Una lágrima resbaló por el rabillo de su ojo mientras veía que tenía una espada clavada ahí donde le dolía, pero eso no era lo peor, uno de los gemelos la retorció de modo que le causase más dolor. No pudo contener el grito de dolor que tenía en su garganta y más lágrimas resbalaban por su rostro y notaba el gusto de la sangre en la boca. 

martes, 20 de octubre de 2015

Urian & Layla

Prólogo

19 de Junio de 9548 a. C.
Los dioses atlantes estaban desesperados, Apolimia, diosa atlante de la destrucción, había ocultado a su hijo en el plano humano y estaban como locos buscándolo. Habían matado a príncipes atlantes y a plebeyos que podrían tener algo divino en su sangre, pero todos habían sido bebés inocentes. Apolimia seguía encerrada, riéndose de ellos y jurando bañarse en su sangre cuando su hijo llegase a la madurez; de ahí que Arcón, dios atlante de la luz y el orden, estaba más desesperado que el resto. Ese niño acabaría con todos ellos y, además, le quitaría su puesto como rey de los dioses atlantes.

En el salón del trono se podía escuchar la risa de Apolimia, burlándose de todos ellos, Archon le exigía saber dónde había escondido al bebé, pero ella seguía retándole a que matase a todos los bebés nonatos. Era algo que resultaba imperdonable, pero para evitar la muerte de todos ellos y la del pueblo atlante, tendría que hacerlo por muy imperdonable que fuese.

- Siempre podemos hacer una cosa -comentó Ydor que estaba con los demás en el salón del trono.

- ¿En qué estás pensado, Ydor? -preguntó Archon al escucharlo.

- Podemos atormentar al niño, llamándolo y desquiciarlo, eso puede ayudarnos a identificarlo de los demás. Por otro lado, Apolimia debió de quitarle todos sus poderes antes de mandarlo al plano humano, ¿y si creamos un ejército? Estoy casi seguro de que si les ordenamos buscar a Apóstolos y matarlo, el niño no tendría ninguna posibilidad.

Por un momento, Archon pensó que su tío había inhalado algo u que estaba tan borracho como Basi, diosa de los excesos, pero al escuchar su argumento... tenía sentido, los otros panteones no se sentirían ofendidos por la intromisión de sus bastardos y podrían buscar al hijo de Apolimia fuera de su patria y matarlo una vez lo hubiesen encontrado. Su tío tenía razón. 

25 de Abril de 9538 a. C.

- Mami, ¿mi padre me quiere?

Elea dejó de atender la comida cuando su hija le hizo esa pregunta, con cinco añitos, Layla era una niña insegura de sí misma y adorable, su cabello era negro con destellos algo más claros, sus ojos eran los de su padre, azules, su tez era algo oscura y su complexión era algo delgada, aunque con una buena alimentación sería una niña con una pinta más saludable. Aun así, como la madre que era, Elea quería a esa niña y haría cualquier cosa por ella y su padre; era consciente de por qué la niña hacia esa pregunta. Desde que había nacido, Ydor había tomado algunas distancias en lo que acercarse a la niña se refería; normalmente tenía que ir al templo del dios para estar unos momentos a solas con él, mientras Layla dormía.

Dejó la cuchara con la que estaba preparando la comida y se arrodilló junto a la niña para quedar a su altura. 

- ¿Por qué dices eso, tesoro? Claro que tu padre te quiere -respondió a su pregunta con un tono dulce y amable que siempre usaba cuando estaba con ella.

Se fijo que la niña bajaba la mirada y jugaba con los dedos, un gesto que siempre hacía cuando estaba nerviosa o dudaba en decir algo. Muy en el fondo, sabía por qué su hija hacía esa pregunta, nunca había visto a su padre desde que tiene uso de conciencia; el dios del mar nunca se había dignado a aparecer ante la presencia de su hija y cada vez que Elea preguntaba, el dios evitaba la pregunta y no entendía por qué.

- E-Es que... hay un niño que dice que mi padre no me quiere, que es un hombre normal y corriente que huyó y nos abandonó -contó aun con la cabeza agachada y en un susurro.

Elea no pudo contenerse más y abrazó a su hija, siendo consciente de que mucha gente dudaba de que fuese hija de Ydor, la pobre siempre sufría por las constantes miradas de reproche y por culpa de los rumores que había en su pequeño pueblo costero. Ella también los sufría, desde que apareció en el templo de Ydor, presentando a Layla como hija del dios ante los sacerdotes que se apresuraron a decir que eso no era posible y el dios no se había dignado a aparecer para corregir al sacerdote; solo había aparecido por la noche cuando intentaba que Layla durmiese, en ese momento Ydor la conoció, todavía podía ver el tiento con el que cogía al diminuto bebé y lo pegaba a su pecho. Aun así, era muy consciente de que una pobre campesina, hija de un pescador pobre, acabaría quedando como una mentirosa porque no podía ser digna de ser la amante de un dios. No dudaba de que había alguna razón por la que Ydor había ido a verla durante varios meses desde que los dos se conocieron, de hecho, el afecto que llegó a tenerle en aquel entonces fue creciendo hasta convertirse en un sentimiento más fuerte.

- Mami, me haces daño -se quejó la niña, que la había quitado de sus ensoñaciones.

- Lo siento, tesoro -se disculpó, aflojando el abrazo.- Sé que quieres verle, pero tu padre es un dios muy ocupado, es normal que no pueda venir mucho a vernos.

Se separó del abrazo y limpió sus lágrimas que habían recorrido sus mejilla, terminando por darle un ligero toquecito en la frente como bien hacía su padre cuando iba a visitarlo, el sonrojo de la niña se hizo muy evidente y se llevó una de sus manitas a la frente. Hacía un tiempo le había dicho que su padre acostumbraba a dar ese toquecito a sus seres queridos, así que Elea lo hacia de vez en cuando, solo cuando la niña estaba triste y preguntaba por su padre.

- ¿Crees que mi padre se alegraría de verme cuando me conozca? -le preguntó con algo de ilusión.

- Claro que sí, de hecho, cuando estamos solos siempre me pregunta por ti -respondió sonriéndole con cariño.

- ¿E-En serio? -preguntó algo sorprendida.

Su madre asintió y Layla no pudo evitar sentir tanta felicidad, le alegraba saber que su padre pensaba en ella y que se preocupaba por ella. Así que abrazó de nuevo a su madre y la ayudó a preparar la comida. Con el animo más alto.

5 de Noviembre de 9537a. C.
Layla estaba junto a la cama que compartía con su madre, hacía varias semanas la había encontrado desmayada y estaba con una fiebre que no disminuía en ningún momento. Así que la pequeña se había encargado de limpiar la casa, hacer la comida y cuidar de su madre, día y noche, quería convencerse de que su madre se recuperaría de la enfermedad que tenía y, por otra parte, no podía evitar pensar en lo peor. No quería perder a su madre, no sabía qué hacer sola.

Se sobresaltó cuando su madre tuvo otro ataque de tos y se incorporó un poco para, de alguna manera, quitarse la tos. Layla se apresuró a ir a por un cazo con agua para que pudiese beber, se lo ofreció con cuidado mientras su madre bebía despacio; una vez que la tos hubo pasado, le sonrío dulcemente como siempre hacía.

- Gracias, tesoro -le agradeció y volvió a cerrar los ojos para descansar.- Es tarde, deberías descansar.

- No puedo... No mientras estés enferma, mami -respondió muy decidida, no iba a quitarle el ojo de encima.

Su madre siempre se había mantenido a su lado cuando caía enferma y ella no podría descansar tranquila si su madre estaba sufriendo.

- Eres muy buena, tesoro, pero necesitas dormir, hoy has estado trabajando muy duro.

Siguió negándose a descansar y le pidió a su madre que durmiera un poco, mientras dormía, Layla se mantuvo despierta... aunque el sueño quería hacer que se durmiera. "Solo un ratito" se dijo a sí misma y apoyó la cabeza en la cama, junto a su madre.

No sabía cuánto tiempo había dormido, pero se despertó sobresaltada cuando escuchó a su madre tener otro ataque de tos, corrió a por agua y a dársela. Su madre la rechazó y siguió tosiendo y poniéndose de costado como si estuviese sufriendo un dolor muy grande. ¿Por qué no podía hacer nada? "Ve a por un médico" se ordenó, pero eran tan pobres que no tendrían manera de pagarle. Layla estaba paralizada, no sabía qué tenía que hacer. Fue entonces cuando la puerta se abrió de colpe y dejo entrar un fuerte viento que había fuera, cuando Layla miró hacia la puerta, vio a un hombre muy alto con el cabello a la altura de los hombros. Se puso de pie y cogió lo primero que pudiera usar como arma, aunque sabía que sería inútil contra alguien al que apenas le llegaba a la cintura. El hombre se acercó con grandes zancadas hasta la cama, apartándola a ella en el proceso.

- Tranquila, amor, todo va a estar bien -dijo el hombre con el tono más grave que había escuchado en un hombre.

El hombre abrió un odre de agua que llevaba a la cintura y manipuló el agua para colocarla en el pecho de su madre, el agua comenzó a brillar con una tenue luz mientras su madre dejaba de toser y parecía que el dolor que padecía había cesado. No podía creerse lo que estaba haciendo ese hombre, pero ella también podía hacerlo... al menos lo de manipular el agua para que se moviera a su voluntad; instintivamente supo quién era ese hombre, pero temía decir algo en ese momento.

- Trae agua y paños limpios, niña, deprisa -le ordenó sin apartar la vista de su madre.

Se apresuró a obedecer a su padre y buscar el cuenco más decente que tenía y a romper el vestido nuevo que su madre le había hecho en su último cumpleaños, le encantaba ese vestido, pero no era importante en ese momento. Cuando le llevó las cosas que le había pedido, se quedó algo sorprendido al ver la tela del vestido que había roto y procedió a limpiar el sudor que cubría a su madre; ninguno de los dos dijo nada mientras su madre dormía, ella le miraba de reojo de vez en cuando y, como le había dicho su madre en una ocasión, se parecía mucho a él. Los dos tenían el mismo color de ojos y sus rasgos eran casi idénticos , pero ella todavía tenía que crecer para poder ver ese parecido; de hecho, su padre tenía una manía como ella, ella lo hacía cuando estaba nerviosa, pero su padre debía de hacerlo por costumbre, pero se estallaba los dedos, o hacía el gesto, cuando volvía a limpiar el paño en el cuenco. Por un momento se puso contenta de poder conocerlo por fin, aunque habría preferido que fuese cuando su madre no estaba enferma.

Por otro lado estaba algo desilusionada, su padre ni la miraba, ni le hablaba, se centraba en su madre y en nada más. Se mantuvo en silencio y el sueño volvió a invadirla mientras confiaba en su padre para que curase a su madre, era un dios después de todo.

Ydor seguía concentrado en cuidar de Elea, no se sentía capaz de mirar a la niña que lo miraba con tanta curiosidad y a la vez con tanta alegría. Había evitado verla desde la primera vez que la había tenido en brazos y ahora no sabía que decirle, ella tampoco, suponía que no quería decir nada para que pudiera concentrarse en cuidar de su madre. No fue capaz de relajarse hasta que se quedo dormida, apoyando la cabeza sobre el brazo que tenía apoyado en la cama; en ese momento fue capaz de mirarla y se quedó sorprendido con el parecido que tenía con su madre y con él mismo. Su cabello era del mismo color que el de su madre, con algunos mechones más claros, sus mejillas eran algo regordetas mientras que de complexión era algo delgada; por una vez, desde que la había tenido en brazos, se atrevió a tocarla.

- Es guapa, ¿verdad?

La pregunta de Elea lo sobresaltó, había estado tan concentrado de la nada en la niña que no se dio cuenta de que su amada había despertado:

- Si... Se parece mucho a ti -comentó, volviéndose a concentrar en la mujer.

- A ti también, los dos compartís muchas cosas -dijo con un leve tono.

- ¿Cómo cuáles? -preguntó algo sorprendido, ¿su hija había heredado sus manías?

- Los dos tenéis esa desagradable manía de estallaros los dedos, también os ponéis rojos cuando estáis nerviosos -fue diciéndole,- y siempre, pero siempre hace algunas cosas tres veces. Como tú.

Ydor volvió la vista de nuevo a la niña y con la sorpresa en su mirada, debería haber ido más a menudo, pero la búsqueda de Apóstolos era tan ardua que apenas podía estar un rato a solas con la mujer que estaba cuidando, ¿por qué no le habría preguntado por otra cosa a parte de cómo iba con sus poderes? ¿Cómo estaba?

- Ydor... tengo que pedirte algo -dijo Elea que tuvo otro leve ataque de tos.

- Dime, ¿necesitas algo? ¿Quieres que te traiga agua?

Vio como negaba levemente con la cabeza y miraba a la niña que dormía profundamente a su lado:

- Sabes que no voy a aguantar mucho más tiempo esto... -le dijo con tono temeroso.

- No digas eso, vas a salir de esta, eres fuerte -la contradijo, no iba a dejar que Elea muriese.

Notó que sonreía levemente y cogía aire antes de poder hablar.

- En caso de que no lo consiga... ¿harías algo por mí? -le preguntó, moviendo una mano para agarrar la suya.

- Lo que sea, Elea, lo sabes -respondió muy decidido, agarrando su mano entre las suyas.

- ¿Cuidarías a nuestra hija por mí? -le preguntó de nuevo, con un tono algo esperanzado.

El dios se quedó de piedra al escuchar la pregunta, no sabía si podría con algo así, nunca había cuidado un niño y tampoco sabía cómo criar a uno. No se veía capaz, podría dejarla con los sacerdotes de su templo, pero ocuparse personalmente.

- ¿Personalmente? -preguntó para estar seguro.

- Personalmente -respondió y luego volvió a mirar a la niña con lágrimas en los ojos.- Te necesitará cuando yo no esté... Te lo suplico, Ydor, si nos quieres un poco, cuídala.

- No sé si seré capaz, Elea... Soy un dios, nunca he cuidado de un niño... -se quejó el dios, volviendo la vista a la mujer que quería.

La mirada que recibió, no solo era de súplica, también hacía cierto cariño. Soltó un suspiro y terminó por acceder y jurar que cuidaría de Layla, no sabía cómo lo haría, pero tenía que cumplirlo de alguna manera.

Pocas horas después, antes del amanecer, Ydor y Elea sabían que el tiempo de ella se agotaba. Así que, como última voluntad de Elea, le pidió a Ydor que la llevase a ver el amanecer a la playa que había cerca de su casa. Allí donde se habían conocido hacía seis años, a Elea le gustaba mucho ese sitio y, en cierta parte, a él también; los dos vieron el amanecer y, después, Elea se fue.

El dios de los mares se quedó allí, con ella entre los brazos, se había pasado un buen rato con la cara oculta en el cabello de ella. No tenía ni idea del tiempo que había pasado, oía las llamadas de su familia que le pedían que volviese a casa para continuar con el plan trazado para encontrar al hijo de Apolimia; pero lo único que consiguió que levantase la cabeza para mirar a otro lado fue el tono asustado de Layla, que casi fue un susurro, llamando a su madre. Estaba a unos pasos de donde él abrazaba a Elea, pero el dios se veía incapaz de decirle que su madre no volvería con ellos, de hecho la niña corrió hasta ellos y siguió llamando a su madre, intentando que despertase; al no conseguirlo, se echó a llorar y abrazo a su madre. Él también lloraría así, pero lo único que podía hacer era mantenerse en silencio y abrazar a la niña en un intento por consolarla y dejase de llorar; costó bastante, pero al fin y al cabo, dejo de llorar y él pudo encargarse de Elea como ella se merecía.

Después de su funeral, Ydor miró a la niña que estaba con una expresión vacía en sus ojos. Suspiró levemente al tener que pensar en lo duro que sería para la pequeña no tener a su madre y aun encima tener que estar bajo su cuidado, aun se veía incapaz de decirle algo a su hija, además... ¿qué podía decirle?

martes, 13 de octubre de 2015

Ficha Layla

Nombre: Layla.
Apellido: -
Motes: Lay.
Edad: 11558 (31/Octubre/9543a.C)
Aspecto: Estatura media, complexión delgada, cabello negro y ojos azules.
Personalidad: Seria, servicial y con un gran sentido de la justicia; una vez que tiene más confianza con algunas personas, suele ser dulce, amable y cariñosa.
Designación: Semidiosa, 2ª comandante de las tropas divinas atlantes.
Padres: Ydor (Dios Atlante del Mar) y Elea.
Hermanos/as: No puede contarlos.
Pareja: Urian Peters.
Hijos/as:
Mejor amigo: Galen, Styxx, Urian y Sammy.
Enemigos: Karsten.
Tattos/Cicatrices: El símbolo de su padre en su tobillo derecho, luego el de la Coalición Estigia en el omóplato izquierdo.
Pasatiempos favoritos: Le encanta cocinar, leer, escribir, la música
Arma elegida: Sus poderes y su naginata.
Modo de transporte: Su Mini Cooper.
Mascotas: Un husky al que llama Blue, cinco pececitos que se llaman: Nemo, Dory, Ancla, Chump y Flo, por último tiene una tortuguita a la que llama Chiki.
Cosas Sobre Ella
1. Lucho contra el ejército griego y contra la Coalición Estigia para sacar a sus tropas de las costas atlantes y lucho contra Estigio, perdiendo. Abandonando después su patria para seguirle.
2. Tuvo sentimientos amorosos hacia Estigio.
3. Para que Estigio pudiera ser feliz con Bet´anya (Bethany), hizo un trato con Apolo para que lo dejase vivir tranquilo.
4. Fue su mano ejecutora y su concubina durante siglos hasta que supo que Estigio estaba vivo, negándose a matarlo cuando lo volvió a ver (cuando los dioses atlantes volvieron a despertar).
5. Después de volver a luchar contra Estigio, huyó de él porque pensaba que sería lo correcto para que pudiese ser feliz.
6. Vive con su padre, Ydor, en Minnessota. Aunque se suelen trasladar a veces a California a hacer surf.
7. Le gusta escribir, hace breves historias basándose en el mundo antiguo.
8. Es voluntaria en un centro recreativo, donde ayuda a los chicos perdidos a tomar el buen camino y los guía, según otros voluntario, los niños la adoran.
9. Tiene control sobre el agua, puede hacer que se mueva, crear olas, congelar, paralizar a las personas.
10. La historia se repite cuando se siente atraída por Urian, así que decide hacer lo mismo, aunque sabe que Phoebe, su mujer, está muerta.
11. Perdió a su madre siendo muy pequeña y fue entrenada por Ydor personalmente, ya que tenía una gran fobia al agua y no sabía nadar ni controlar sus poderes.

viernes, 9 de octubre de 2015

Ficha Davyn

Nombre: Davyn.
Apellidos: Sphati.
Motes: Daimoncito.
Edad: Muchos años (15/Marzo/1655 a.C.)
Lugar de nacimiento: Grecia.
Aspecto: Alto, complexión atlética, cabello rubio y corto, ojos marrones.
Personalidad: Bueno, comprensivo, duro algunas veces, muy cariñoso y protector con su familia.
Designación: Mano derecha de Stryker, daimon.
Padres:
Hermanos: -
Pareja: Meg (fallecida), Ella (esposa)
Hijos: Abigail y Liam.
Mejor amigo: Urian, Medea y Ella.
Enemigos: Los Darks Hunters, los Gallu, Apolo y Artemisa.
Tattos/Cicatrices: Tres lágrimas en la muñeca izquierda.
Pasatiempos favoritos: Estar con su familia, jugar al billar y ver pelis.
Modo de transporte:
Arma elegida: Su espada y sus poderes.
Mascotas: -
Cosas Sobre Él
1. Se unió a Stryker después de la muerte de sus padres y su pareja.
2. Desde que su primera mujer murió, hace muchos años, evito todo lo posible a las mujeres... hasta que apareció Ella.
3. Le encantan las películas y leer novelas.
4. Al igual que Ella, se llevó una gran sorpresa cuando se descubrió que podía tener una familia.
5. Odia estar lejos de su mujer e hijos por tener que estar en Kalosis tramando cosas con su jefe para matar a Apolo.
6. Le encanta pasar tiempo con su familia, le gusta estar con ellos, hacerlos felices y protegerlos.